Jueves 17.- Salimos del hotel a las 6.10 y para llegar al aeropuerto en casi media hora, circulamos por diversas vías, carreteras construidas sobre ¡el agua!, se ven muy amplias, modernas y seguras y efectivamente aquí sí pasamos por una caseta de cobro, automática por supuesto. Llegamos al aeropuerto y sin contratiempo alguno nos documentamos para salir a las 9.20 a Paris, Francia.
Apenas después de poco más de tres horas estamos aterrizando en la también llamada Ciudad Luz, aquí nadie nos espera y los hijos piden una uber, se trata de una lujosa Mercedes Benz que en 40 minutos nos deja en un departamentito contratado con el sistema ya conocido de airbnb. Está en el sexto piso de un edificio que tiene enfrente el rio Sena y a los lejos se alcanza a ver la torre Eiffel.
No hay tiempo que perder, dejamos las maletas y nos vamos para procurar entrar al museo del Louvre. Llegamos en uber por los Campos Eliseos nos toma media hora y ya estamos en el centro de la capital de Francia, de inmediato descubrimos el cubo de cristal invertido que distingue el famoso lugar. 20 euros la entrada más cinco por la audio guía, nada fácil de manejar por cierto.
Son dos y media de la tarde y comenzamos el recorrido por estas instalaciones enormes, cuyas construcciones de algunas zonas datan del año 1150. Como museo desde 1790. Es enorme, pinturas, esculturas, las antigüedades egipcias, griegas, romanas, itálicas, etruscas, Europa, África, Oceanía, América. Hay exposiciones temporales y permanentes. Increíble ver la Gioconda de Leonardo, a la Venus de Milo y más y más.
Ya no podemos estar más tiempo a las 5.30 todos para afuera. La tarde es soleada pero con un vientecillo que obliga a llevar la chamarra. Recorriendo los alrededores ya vamos por la acera de Campos Eliseos y vemos a los lejos el Arco del Triunfo. Allá vamos, los hijos checan en su cel que todo les dice y “apenas son dos kilómetros los que nos separan”.
En el camino vemos tiendas en ambos lados de la muy famosa vía que efectivamente nos recuerda a nuestro Paseo de la Reforma en CDMX, edificios antiguos, el “Lido de Paris” y por fin llegamos a este monumento que mandó construir Napoleón, ya no subimos al mirador pero conocemos debajo del Arco el espacio dedicado al Soldado Desconocido con una llama encendida al centro.
El día fue agotador y vamos de regreso al departamento, pero la panza exige atención y estando muy cerca de un negocio, no perdemos la oportunidad de unas ricas pizzas. Hasta mañana.
Viernes 18.- La jornada arranca con un recorrido de los llamados walking tour, que consiste en que una empresa del ramo te ofrece un paseo sin costo, a pie y con explicaciones en tu idioma a cargo de un guía. Comenzamos a la diez pero antes y cerca del punto de partida –la plaza de St. Michele- un desayuno para aprovechar y sirve de festejo por el cumpleaños de la hija Claudia.
Somos cerca de 50 turistas los que nos aprestamos al recorrido, tantos que una dama-guía hace rápido dos grupos, el nuestro lo encabeza un argentino avecindado en París, según nos cuenta desde hace 15 años. Lucas de nombre nos da algunas indicaciones para el recorrido, nos aclara que es sin costo pero que si al final alguien le queremos dar una propina será muy bien recibida.
Estamos muy cerca del llamado barrio latino; luego caminamos para conocer por fuera la catedral de Notre Dame, un templo lleno de historia que entre otros datos importantes rescatamos dos cuando después del recorrido con Lucas, volvemos nosotros: Tiene dos enormes vitrales redondos de siete metros de diámetro uno en cada extremo. Y además descubrimos en su interior un altar dedicado a la Virgen de Guadalupe, su imagen, otro cuadro más pequeño con Juan Diego y del otro lado una bandera de nuestro país.
Lucas nos lleva por otros puntos cercanos a esta zona; nos da algunos tips para aprovechar más la visita al museo de Louvre –que nosotros ya hicimos ayer-, también nos propone algunos lugares para comer, ya no con las tres B que conocemos, le agrega dos: Bueno, bonito, barato, bien y con baño, después de ´poco más de dos horas su tarea termina, le damos su pago propina, una breve receso en los amplios jardines frente al famoso museo y nos vamos a hacer la visita a la catedral de Nuestra Señora de París.
Enseguida estamos a tiempo justo para irnos en el metro a la torre Eiffel. No sin algunos problemas en entenderle al tren subterráneo, llegamos a nuestro destino con la cita programada para las cinco de la tarde. De inmediato observamos que los alrededores de la enorme mole de acero se ven con cierto descuido, o sea que hasta en las mejores familias, aunque aquí más bien hasta en los mejores países.
Después de pasar los cordones de vigilancia que no son pocos, subimos en una especie de góndola hasta el segundo piso que está a 115 metros de altura, con un poco de nervios, en cinco minutos recorremos la mole de acero y en seguida vamos ahora en elevador hasta arriba a 276 metros de los 324 que se nos informa tiene la torre, el resto son equipo y antenas, espacio al que ya no se tiene acceso, según vemos.
Hay aquí la ocasión de tomar una copa de champagne y no desperdiciamos la ocasión para hacer salud entre los cinco con la cumpleañera y se terminó la visita, vamos para abajo, en dos tiempos tal como subimos.
Es hora de comer-cenar algo porque está todavía pendiente la subida al crucero para dar una vuelta sobre el rio Sena. Nos topamos con un restaurancito por la zona, comemos muy rico y nos atiende mejor un paraguayo de nombre Marcelo que en poco tiempo nos platica cómo llegó a estas tierras de las que ya no piensa irse.
Y bueno son 20 minutos antes de las 10 de la noche, todavía con algunas luces del día, que es muy largo aunque no tanto como en Rusia, porque aquí vimos amanecer alrededor de las seis de la mañana, eso sí la noche llega como a las 10
La última actividad de hoy es una vuelta por el rio Sena a bordo de un barco turístico, de los que aquí se ven decenas de más grandes y más chicos, de modestos y lujosos. El recorrido dura casi 70 minutos y al bajar aprovechamos para despedirnos del torre Eiffel que cada hora a la hora ofrece un bello espectáculo de luces que ilumina gran parte de esta muy bella e histórica ciudad que parece nunca duerme.
Sábado 19.- Contratamos un viaje al palacio de Versalles y debemos estar a las 8.45 de la mañana en la ya conocida plaza de San Miguel. Hoy termina la gira y de acuerdo a lo convenido debemos desocupar el departamento a las 2 de la tarde, como no regresaríamos a esa hora, ya salimos con maletas, mismas que dejamos encargadas –por cinco euros cada maleta- en un restaurante con este servicio agregado.
Versalles está a unos 30 kilómetros de Paris, nos vamos en el metro un grupo como de 40 personas orientados por tres guías. Al bajar se hacen tres grupos y el nuestro es guiado por un español de nombre Pep que del palacio construido por Luis XIV se nota que lo conoce a la perfección.
Al salir del metro caminamos unos días minutos y de pronto nos encontramos con la fachada de un bello y enorme palacio, con un enrejado y un portón de un amarillo resplandeciente, trabajado con la técnica del llamado pan de oro. La visita es hoy exclusivamente a los jardines, no al palacio, de manera tal que sólo pasamos a un lado de éste y comienza una caminata pesada pero muy interesante en donde Pep nos va platicando.
Aquí Luis XIV en el siglo XVII lo convierte en la capital de Francia durante cien años. Son 800 hectáreas y se calcula que hoy en día los jardines, el palacio reciben 10 millones de visitantes al año. Los jardines los componen 200 mil árboles, tiene 20 kilómetros de caminos, llenos de esculturas y fuentes. El recorrido es de tres horas aproximadas y al salir el que quiera puede hacer una larga fila y por 15 euros entrar al palacio. Los cinco lo visitamos en años atrás y nos vamos, pero antes de abordar el metro de regreso, la panza pide atención y comemos algo.
Son las últimas horas en la capital de Francia y ya de regreso en el centro vamos a caminar otro poco, compramos algún recuerdo, vamos por las maletas y en metro con algunas confusiones agravadas por un paro parcial de los trabajadores del transporte público, ya estamos en el aeropuerto Charles de Gaulle. En un enorme avión de Aeroméxico salimos a las 11.30 de la noche y después de 11 horas de viaje y con el cambio de horario minutos después de las 3.30 de la madrugada del domingo 20, ya hora local, arribamos a la CDMX. Por la hora todavía no hay metro ni bus, de manera tal que en uber y con un conductor que cuando más rápido condujo a 80 kilómetros por hora, cerca de las 7 de la mañana estamos llegando a casa en Tula, a Dios gracias. Hasta la próxima.
En Corto…. A pesar de los pocos días que faltan de ahora al día de las elecciones, todavía es muy alto el porcentaje de gente que no ha decidido a quienes van a dar su voto. De poco ha servido el bombardeo de promocionales que por todos los medios conocidos han utilizados los candidatos. Vale la pena hacer una profunda reflexión sobre lo que queremos para nuestro país y para Hidalgo. Quién de verdad nos podrá garantizar combatir con eficiencia la impunidad y la corrupción; quién nos garantiza acceso a la salud, a la educación, a un empleo estable y bien pagado. Que no nos equivoquemos. *NI*