Por Esteban Ángeles Cerón
Estimado Ing. Benjamín Rico Moreno, me permito expresar una respetuosa pero firme preocupación respecto a tu artículo titulado “Otra forma de vivir / Corrupción: una responsabilidad colectiva”, publicado el día de hoy en Quadratín Hidalgo.
La corrupción no es una forma de vivir, ni una conducta inherente al ciudadano común, ni un comportamiento compartido por la sociedad en su conjunto. No es un “veneno etéreo” que flota por ahí, por el contrario, tiene nombres, apellidos, mecanismos y redes. No es un fenómeno abstracto, es una cadena de complicidades y omisiones desde el poder.
La corrupción es un delito que tiene responsables, muchas veces insertos en estructuras de poder amparados por redes de impunidad. Implica abuso de poder, violación de la ley y perjuicio al interés público. Es producto de decisiones conscientes tomadas por individuos con poder, muchas veces protegidos o promovidos por el propio gobierno.
Sin desestimar la gravedad del fenómeno de la corrupción en nuestro país—cuya existencia y efectos nocivos señalas acertadamente—, me parece necesario puntualizar que, considerarla una “responsabilidad colectiva”, implica un desliz conceptual serio. Una culpa compartida, implica que cuando todos son culpables, nadie lo sea, implica, repartir culpas para que nadie las asuma, renunciar a combatirla, y hacer invisibles a las estructuras políticas que la permiten, a los funcionarios que la ejecutan y a los sistemas de justicia que la encubren. Es un discurso que busca repartir culpas para evitar asumirlas. La corrupción no nace del pueblo, sino del poder sin control.
Equiparar actos menores de la vida cotidiana con el saqueo sistemático del Estado, comparando el uso de software pirata, con el desvío multimillonario de recursos públicos, es una falacia que minimiza el daño real causado por quienes ocupan cargos de poder. Poner en el mismo saco al ciudadano que evade un semáforo o al que se estaciona en lugar prohibido, con el político que desvió millones de pesos del erario, normaliza el delito, difumina la responsabilidad penal y le resta urgencia a la rendición de cuentas. Es reduccionismo puro que debemos descartar.
La corrupción en México no es fruto del “carácter nacional” , ni una debilidad moral generalizada. No es una especie de “maldición nacional” compartida por todos los ciudadanos, esa visión, confunde el origen del problema y blinda a los verdaderos responsables, y eso, México no debe permitirlo.
No todos roban, no todos desvían fondos, no todos se enriquecen desde el poder.
El ciudadano común no tiene acceso a contratos públicos, a fideicomisos opacos, a privilegios presupuestarios. El ciudadano no redacta leyes, ni nombra jueces, ni define licitaciones.
La corrupción es sistémica, no espontánea, es consecuencia de estructuras de poder opacas, de instituciones cooptadas y de complicidades político-empresariales que impiden sanciones efectivas, es otorgar contratos a empresas fantasmas, es proteger a funcionarios corruptos, es manipular auditorías para encubrir desvíos.
En este contexto, la sociedad civil puede y debe vigilar, denunciar y exigir. Pero la carga principal no está en ella, sino en los servidores públicos, los partidos políticos, los gobiernos y sus órganos de control. Ellos juraron cumplir y hacer cumplir la ley, no acomodarla a sus intereses.
México no necesita de más discursos que moralicen al pueblo. Necesita instituciones fuertes, transparencia real, sanciones ejemplares y voluntad política. Debemos ser autocríticos, hablar de la corrupción institucional, de las redes político-empresariales y de las reformas constitucionales, legales y normativas necesarias. Necesitamos encontrar la forma de fortalecer las instituciones fiscalizadoras, la rendición de cuentas y terminar la impunidad con la que operan muchos actores del sistema.
México sólo podrá sanar, cuando tengamos una cultura de legalidad y ética ciudadana, donde todos los servidores públicos rindan cuentas y se deje de encubrir a los verdaderos responsables, cuando se transparente el quehacer público y político y se fortalezca el Estado de Derecho. *NI*