*HISTORIA DEL DESAGÜE DE MÉXICO.
Por José Antonio Trejo Rodríguez.
“Memoria histórica, técnica y administrativa de las obras del desagüe del valle de México 1449-1900” es el histórico libro que fue “publicado por orden de la junta directiva del mismo desagüe” en el año 1902 a iniciativa de José Yves Limantour, primer vocal de la citada junta, con “Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas, Palacio Nacional” y que puede consultarse a través del Internet en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en el siguiente enlace http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080019537_C/1080019537_T1/1080019537_T1.html
Aunque el libro muestra los estragos de más de 120 años desde su lanzamiento, su rico contenido puede ser leído cómodamente: “comprende la descripción oro-hidrográfica del mencionado Valle, la reseña histórica de las inundaciones, proyectos y obras relativas al tiempo secular transcurrido, desde mediados de la decimoquinta centuria hasta fines del siglo decimonono; la reseña técnica de las labores ejecutadas para conseguir el desagüe general y directo y la reseña administrativa y económica de la Junta.”
En la introducción se explica que, la memoria se imprimió en dos volúmenes; pudiendo hallar en el primero el texto de la obra subdividido en cinco libros y en el segundo volumen los documentos históricos, técnicos y administrativos, por ejemplo: fotograbados, cartas, planos, perfiles, registros gráficos. Como puede colegirse, ambos son de suma importancia histórica para el estado de Hidalgo, por tratarse del destino de las aguas del lago y posteriormente de las aguas residuales de la cuenca de México, de poco más de ocho mil kilómetros cuadrados, teniendo como fronteras al Ajusco, la serranía de Pachuca, los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, la sierra de las cruces, el monte alto y el monte bajo, según narra el libro primero.
Se narra que, estando Tenochtitlan ubicada en la parte más baja de la cuenca, bordeada por los macizos montañosos que impiden la salida de las aguas de los lagos, manantiales y lluvias, las inundaciones eran menester que cada época de aguas lidiar con afectaciones materiales en los inmuebles y de salud para la población; razón por la que Moctezuma I le encargó a Netzahualcóyotl la construcción de un dique de 16 kilómetros de extensión, desde Atzacoalco hasta Iztapalapa, para paliar los efectos de la inundación ocurrida en 1449.
Otra inundación, ocurrida en 1555, provocó que el virrey Luis de Velasco ordenara la construcción del albarradón o dique de San Lázaro. Se construyeron más diques, tanto por las autoridades mexicas como por las virreinales, pero no ponían fin al problema de las inundaciones en la época de lluvias. En ese año de 1555, Francisco Gudiel y Ruy González tuvieron la idea de desviar los ríos que alimentaban el caudal de los lagos.
Fue en el siglo XVII que, el cosmógrafo francés Henri Martin, también conocido como Enrico Martínez propuso desviar las aguas del lago de Zumpango y del rio Cuautitlán hacia el río Tula a través de un canal y un socavón. La idea fue perfeccionada por el Tribunal del Consulado a fines del siglo XVIII pasando a un tajo a cielo abierto y apuntalada por canales “malogrados” de Cosme de Mier y Tres Palacios. La cuestión es que, se dice en el histórico libro, las obras iniciadas en 1607 hasta 1822, además del costo irreparable de miles de vidas de trabajadores y de más de siete millones de pesos, no sirvieron más que de medios de defensa y de desagüe parcial de la cuenca.
El texto indica que fue un michoacano de nombre Simón Méndez quien propuso en 1630 la apertura de un canal a partir del lago de Texcoco y la construcción de un túnel de 13 kilómetros de longitud que se construiría con ayuda de 28 lumbreras para dar salida a las aguas a través del río de Tequixquiac. El proyecto no avanzó más que cuatro lumbreras y quedó en el olvido, siendo recuperado en 1774 por el matemático Joaquín Velázquez de León con la bendición del Barón de Humboldt en 1803. Ese proyecto lo continuaron M. L. Smith en 1848 y Francisco de Garay en 1856. Todo quedó parado en función de las guerras intestinas del siglo XIX, la falta de recursos y la carencia de inundaciones. Fue hasta la inundación de 1865 que las autoridades retomaron el proyecto, siendo el artífice el Ingeniero Miguel Iglesias, pero también quedó en el olvido a razón de guerras intestinas. Fue bajo la presidencia del Benemérito Juárez que Iglesias pudo continuar su proyecto.
En 1879 el Ingeniero Luis Espinosa presentó el proyecto definitivo del desagüe, el cual fue autorizado por don Porfirio Díaz, aunque pasaron algunos años antes de realizarlos, para la fecha de publicación del libro se reportaron como concluidos, con tres objetivos: impedir las inundaciones; recibir las aguas sucias y los residuos y conducirlos fuera del valle y sacar las aguas que pudieran perjudicar cuando así fuese necesario. Todo a través de un túnel, un canal y un tajo. Además, se realizaron obras de infraestructura para el cruce de los canales por los trenes y demás transporte terrestre.
Es relevante conocer que las aguas residuales del valle de México llegaban a través de la infraestructura construida hasta el río Tequixquiac, cerca de Tlamaco en Atitalaquia, servían como fuerza motriz y regaban los campos de Actopan para después llegar al río Tula y seguir al Pánuco y finalmente al Golfo de México. *NI*