*PLUMA DE CARLOS RAMOS.

 Por José Antonio Trejo Rodríguez. 

“Sí, lo sé. La mayoría de los que migran es lo que buscan y fíjese que según vienen por seis meses y se quedan años; en ese tiempo les ocurre de todo, porque la vida acá es canija, unos no lo logran, lloran cuando llaman a su familia y se ve que sufren, otros mejor se regresan porque no se adaptan y hay unos, afortunadamente los menos, que se quedan sin aliento” 

Es uno de los párrafos del capítulo titulado: “En las letras”, del libro del escritor tulense Carlos Ramos “Irse y quemarlo todo”, el cuarto de su autoría. Al leerlo, queda claro que se atestigua el crecimiento de una de las plumas más fructíferas, más interesantes, más importantes de la actualidad en el escenario literario en nuestro estado. 

Ramos, vecino de San Marcos, egresado de la carrera de Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, la más antigua de las cinco que tiene la moderna escuela que este año cumplió medio siglo, también es profesor por asignatura en el programa educativo de Química de la Universidad Tecnológica de Tula -Tepeji; nos obsequia 22 historias en un ciento de páginas desde Toronto, Canadá, sitio en el que se desempeñó laboralmente, como cualquier otro migrante mexicano y que, hace recordar la historia infantil de Walt Disney, quien escuchó y siguió el sabio consejo del médico del pueblo en el que vivían, acerca de que el artista necesita viajar y vivir aventuras para fortalecer su arte.

Las historias de Carlos Ramos muestran la vida de los migrantes en un país lejano que, pareciera una torre de Babel, por cierto, título de uno de sus capítulos. Resulta alucinante saber de la cotidiana convivencia de personas de distintas nacionalidades y por consecuencia comunicándose en diferentes lenguas; aunque eso de comunicarse solo sea, para este caso, una mera palabra, ya que la narrativa exhibe esa carencia entre la comunidad migrante que, ni el compartir el mismo idioma, les permite un gesto de comprensión o de solidaridad hacia los recién llegados a una tierra prometida que, en algunos casos, llega a ser la última que miran los ojos migrantes antes de cerrarse para siempre. 

El universo darwiniano canadiense que Ramos describe con un lenguaje claro, quizá no es diferente a lo que la diáspora experimenta en otros países, sea en este o en otro continente; incluso en el mismo México en donde, se puede observar, la generación de mejores oportunidades laborales y por supuesto mejor pagadas, empuja a las y los trabajadores mexicanos, a mudar su desempeño del sector de los servicios al industrial porque allí se gana mejor, como ocurre en nuestra región, siendo ocupadas las mal pagadas vacantes en el sector comercial por migrantes centroamericanos y cuyas condiciones de vida ni nos imaginamos.

Le recomiendo que se brinde la oportunidad de adquirir y disfrutar “Irse y quemarlo todo” de Carlos Ramos, una de las plumas tulenses más importantes de la actualidad; le aseguro que lo va a disfrutar y quizá hasta llegue a remover el recuerdo en los lectores sobre alguna experiencia similar. 

“En el cruce latino, cada que llegaba una camioneta al estacionamiento, los trabajadores corrían y se amontonaban para ser contratados, pero solo se iban uno o dos, los demás como aquellas gaviotas jóvenes, tenían que esperar a la siguiente, para volver a correr buscando comida y disputarse los restos, a veces soportando las risas y hasta la humillación de los que sí lograban irse.” (“Las gaviotas”) *NI

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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