*TRINI REYES: FUTBOL EN EL BARRIO.

Por José Antonio Trejo Rodríguez.

Jugó futbol durante más de 30 años, en varios equipos de Tula y de su natal Tepetitlán; a lo largo de sus casi ocho décadas se ha dedicado a vaquero con la familia Guerrero en el antiguo rancho “Las Manzanitas”; a paletero en la histórica paletería “La Esmeralda” de don Isauro; a obrero en la CDMX; a trabajador cementero en “La Tolteca”; a taxista en el sitio “Estrella Roja”; a trabajador de la construcción en compañías privadas y últimamente a echar bola.

Es don Trini Reyes quien comparte sus anécdotas en el balompié: “Estando registrado con un equipo de San Lorenzo, “Los Pinos”, entrenábamos en aquel campo que se hallaba atrás de la capilla, a la altura de dónde ahora está el estadio de fut del sindicato petrolero. Al terminar las prácticas, algunos nos quedábamos para ensayar jugadas frente a la portería, tiros a gol, remates, cabezazos. Coincidentemente eran las primeras temporadas de Hugo Sánchez en el Atlético de Madrid y sobreponiéndose a un ambiente racista, lo cual mostraba su concentración y preparación, anotó 25 goles en la temporada, ganando su primer Pichichi. Esa misma cantidad de goles llevaba yo en la liga de Tula, pero solo en la primera vuelta.”

La charla de don Trini me lleva a recordar una anécdota compartida por Jesús Cruz Teodosio, “el tigre de Macuá”, quien siendo compañero de prepa de Jesús “Chucho” Ramírez, acompañaba a este a los entrenamientos e incluso a su debut en el primer equipo de la UNAM. “Le decíamos “Tiro loco” ¿Recuerdas ese caballo vestido de vaquero, acompañado de un burrito llamado “Pepe trueno” que salía en las caricaturas del Canal 5? Chucho nos platicaba de un joven jugador, con grandes cualidades, a quien los entrenadores y metodólogos de los pumas llevaban en un proceso para que fuera una gran figura, era Hugol. Un par de ocasiones, Chucho nos presentó con él, pero Hugo siempre estaba concentrado y era complicado que nos atendiera. Pero esa concentración rindió frutos, lo hizo triunfar en Europa.”

Continúa su relato don Trini: “Por esas fechas me registré con el “Sacos Tula” y jugábamos en el primer campo que tuvo El Montecillo, acá por donde está el Centro de Salud, un campo lleno de tepetate.” Intervengo para comentar que siendo niño me tocó ver a un jugador del equipo “Talleres” de Jalpa que, jugando en ese campo, cayó de bruces y al levantarse la camiseta tenía raspado todo el abdomen, transido de dolor lo llevaron de inmediato a curación al hospital. También ocurría que, al encontrarse en desnivel, los balonazos a veces se iban hacia el rumbo del canal de riego y por eso los chamacos tenían que correr para atajar la bola o de lo contrario bajar la loma para recogerla y subir al campo.

Sigue don Trini: “Un domingo, los del “Sacos Tula” estrenamos uniformes ¡Igualitos al de las chivas rayadas del Guadalajara! Enfrentamos en un partido amistoso a un equipo de primera fuerza, nosotros jugábamos en “segunda b”. El señor que manejaba el equipo preparó la alineación, como no llegaba uno de los defensas centrales me mandó a mí a esa posición, siendo chaparrito y flaco, sentí que sufriría ante los embates de los rivales, todos jóvenes, altos y muy buenos, pues por eso jugaban en primera fuerza.”

“Entre el público estaba mi compadre Pancho Reyes de San Lorenzo y otros compadres del Montecillo y me prometieron que, por cada gol que metiera, me invitarían un cartoncito de seis caguamas. Total, inició el partido y uno de los rivales, un muchacho que tiraba muy fuerte lanzó un tiro rumbo a nuestra puerta, en mi afán de despejar el balón, solo lo rebané y le cambié la trayectoria para que se incrustara en el ángulo de nuestra meta; el portero al que le decíamos “el tubo” no pudo hacer nada para evitarlo. Desde afuera de la cancha mis compadres me gritaban, risa y risa, que los goles tenía que meterlos en la puerta contraria. Todo el primer tiempo sufrí jugando de central.”

“Para mi fortuna, al medio tiempo llegó el defensa central, se ajustó la alineación y para el segundo regresé a mi posición de centro delantero. También estaba complicado, pues esos muchachos eran muy altos, brincaban y corrían bastante. Vino un tiro de esquina, yo chaparrito, solo podía ver hacia el corner esquivándolos y me doy cuenta de que el centro venía a media altura, salí corriendo para encontrar el balón, me tendí de palomita y que meto el gol del empate. El público rugió de emoción, incluidos mis compadres.”

“Ya me había sacado la espina. Con más confianza seguimos jugando y se marcó una falta en los linderos del área grande. Me encaminé a cobrar el tiro libre, uno de mis compañeros también quería tirarlo, pero lo convencí de hacerlo yo. Le pegué con el interior del empeine, la bola dibujó una curva y entró directo al ángulo. Ganamos dos a uno. Nos fuimos a la convivencia, con nuestros invitados, incluido el equipo que nos había acompañado y en medio de risas, mis compadres llegaron con tres cartones de caguamas, una por cada gol que anoté en ese partido”. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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