*UN 20 DE NOVIEMBRE EN LA TOLLAN.
Por José Antonio Trejo Rodríguez.
Eran los últimos años de la década de los 70´s y durante el mes de noviembre, todo el alumnado de la secundaria Tollan, entrábamos a una fase de preparación para participar en el desfile del 20 de noviembre. Los profesores de educación física, los maestros Matías y Pascual, nos sometían a rigurosas prácticas para, el día del aniversario del inicio de la revolución mexicana, brindar un ejemplo de disciplina y desempeño deportivo.
En esa oportunidad nos enseñaron a realizar movimientos ágiles, como felinos, emulando a un karateca; los entrenamientos iniciaban con un trote alrededor de las tres canchas de básquet, ubicadas enfrente del edificio de aulas de la secundaria. Actualmente ese espacio está completamente techado, pero en esa época se hallaban al aire libre.
Enseguida realizábamos estiramientos y movimientos para después patear al aire; lanzábamos golpes con ambos brazos, gritando al mismo tiempo: “yiac”, tal y como se podía ver en las películas de Bruce Lee. Después de algunas semanas, los ejercicios fueron combates simulados entre los alumnos. Marchábamos en las canchas, los profes ordenaban “alto” y al primer silbatazo se formaban parejas viéndonos frente a frente, nos saludábamos con una leve inclinación de cabeza y enseguida iniciábamos el supuesto combate.
Para completar el ejercicio, portamos un uniforme confeccionado en manta, compuesto por pantalón y una casaca que cerrábamos con una cinta amarrada por la cintura y en la que además llevábamos un cuchillo de utilería. Llegó el día del desfile y el clima siempre resultaba un volado, pues podía hacer calor o bastante frío. Afortunadamente ese 20 de noviembre el clima fue perfecto y sin problema pudimos vestir nuestros trajes de karateka.
En ese entonces, la Plaza de la Constitución estaba rodeada por un circuito automovilístico y además era la ruta marcada para el lucimiento de los desfiles. La ceremonia cívica se realizó sin contratiempo y de inmediato arrancó el desfile; el pelotón de la Tollan, siempre tan disciplinado, abarcaba el ancho y largo de las calles y esa fecha no fue la excepción.
El primer silbatazo ordenó parar casi en la esquina con Quetzalcóatl, de inmediato volteamos a vernos frente a frente, saludamos y lanzamos patadas al aire, enseguida golpes simulados que tapábamos con el antebrazo y culminábamos con un ataque de cuchillos que neutralizamos con precisión, haciendo que nuestro rival perdiera su arma. Al final nos despedíamos con honor, con una breve reverencia frente a nuestro adversario.
¡El público estalló de júbilo! Aplausos, exclamaciones de admiración, porras, vivas. Los alumnos de la Tollan sonreímos discretamente, llenos de satisfacción, como mandaba la tradición volvíamos a llenar de gloria y de honor a nuestra querida escuela.
Los ejercicios se repitieron a lo largo del circuito formado por las Calles Zaragoza; 5 de Mayo; Morelos e Hidalgo; marchando ya libres por Rojo del Río; 5 de Febrero, Leandro Valle, Colegio Militar hasta regresar a la Tollan felices, para recoger nuestros pants y chamarras y despojarnos de nuestros trajes de karatekas. El desfile había resultado un éxito y era momento de ir al Centro a comprar una nieve o una paleta, mientras convivíamos con nuestros amigos. *NI*