*EL QUE BUSCA, ENCUENTRA.
Por José Antonio Trejo Rodríguez.
“Vi tu columna del miércoles y quiero platicarte lo que a mí y a mis compañeros de la chamba nos sucedió.” De esa manera me abordó un vecino, para compartir sus vivencias, dándome su aprobación para publicarlas, pues son escalofriantes.
“Fue en el pasado fin de año y todos nos organizamos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, para hacer una convivencia; hasta los jefes le entraron a la coperacha. La organización contempló una carne asada con sus salsas, sus cebollas, sus tortillas, sus frijolitos, quesos, chorizos, longaniza, agujas bien marinadas, limones, chiles toreados; en fin, todo lo que se dice un banquete.”
“Los chavos del taller prepararon las hieleras llenas de botellas de agua, chelitas, refresco, un tequila para el aperitivo y el digestivo; vasos, platos, servilletas, tortilleros y como somos una organización responsable nos cargamos hartas bolsas para echar la basura y no contaminar, pues el sitio elegido fueron las orillas de un río, está muy bonito, pues ya sabes que yo y varios de los muchachos somos de allá.”
“Todo estuvo de peluches: comimos delicioso, escuchamos música de unas bocinas que un compañero llevó y hasta los más fiesteros se animaron a echarse unos pasitos de baile; todo mundo estuvimos encantados, nos tomamos fotos y selfies para recuerdo. La tarde fue cayendo y comenzamos a levantar nuestros bancos, mesas, basura para cargarlas en las camionetas y emprender la retirada.”
“Como has de imaginarte, desde el fin de semana comenzaron a compartirse las fotos de la convivencia; una de las compañeras nos llamó la atención sobre siluetas extrañas que allí aparecieron y preguntaba si habíamos notado algo raro. Todos nos sorprendimos y revisamos las propias fotos y creerás que todas coincidían. Yo con curiosidad se las mostré en la casa a mis papás y hasta a mi abue, quien al verlas me regañó. Me preguntó que qué cosa andábamos haciendo a esa hora en esa zona del rio, que éramos afortunados por salir del lugar a buena hora, pues más tarde habríamos vivido una auténtica pesadilla.”
Enseguida saca su teléfono y me muestra un par de fotos en las que se pueden ver unos ahuehuetes y agranda la imagen para señalar una figura que, aunque borrosa es grotesca, que mira hacia el grupo de fiesteros desde una rama alta. La misma imagen muestra un par de horribles rostros que emergen por el hueco de uno de los troncos, mientras que al frente de los árboles, un grupo de sus amigos posan sonrientes.
El lector, sigue con su relato: “Mi abuelito, ya más calmado, nos llamó a mí, a mis primos y hasta a mis compañeros de trabajo: miren muchachos, nos dijo; ya no le busquen tres pies al gato, sabiendo que tiene cuatro. Si quieren hacer sus convivios del trabajo, vénganse a la casa, ya no vayan al río. Esta vez se salvaron porque Dios es muy grande. Un tantito más y no la cuentan con los seres espantosos que salen de entre la arbolada. Acuérdense que, el que busca, encuentra”. *NI*