*RELATO DE UN PEREGRINO.
Por José Antonio Trejo Rodríguez.
En un par de meses atestiguaremos la peregrinación ciclista a San Juan de los Lagos, ocasión propicia para recordar el testimonio de un gran amigo que, hace unos años emprendió el viaje con el pelotón de doscientos ciclistas tulenses, a bordo de una antigua bici de ruta propiedad de su papá, conocida como “el búho rojo”.
A mi amigo le gustaba mucho andar en bici, para todos lados se movía sobre un par de ruedas así que, con mucha emoción y confianza se apuntó con el viejo Ángel y se preparó lo mejor que pudo, habida cuenta que trabajando y viviendo en la Ciudad de México le dificultaba prepararse para tres intensos días de pedalazos.
Llegó muy noche la víspera de la salida, en lo que cenó y preparó sus cosas terminó durmiendo bastante tarde; en la madrugada siguiente partió hacia la catedral para integrarse al pelotón con apenas unas cuatro horas de descanso. La juventud le sostenía y se formó en la segunda fila para arrancar hacia Querétaro, primera escala del viaje.
No tuvo problema para seguir la rueda del viejo y de los más veteranos, entre ellos una ex boina verde, tulense avecindado en los Estados Unidos quien, siendo un dechado de condición física, disciplina y fuerza mental, pasó la ruta aleccionando al joven peregrino, a quien veía como un discípulo. Antes de llegar a la colonial ciudad enfrentaron la brava subida que lleva a la estatua gigante de Conín; allí tuvo que entrar como relevo del líder del pelotón quien agotado le pidió una mano para poder llevar el ritmo del grupo. El ex boina verde y nuestro amigo jalaron poderosos, cual locomotoras de vapor, hagan de cuenta a la Empress 2816, llegando sin detalle al centro de la capital queretana.
Allí comieron, tomaron una ducha y durmieron en el ancho piso de una escuela católica ubicada en el centro histórico o más bien lo intentaron, pues los ronquidos de uno de sus camaradas lo impedían. Muy de madrugada se prepararon y se fueron hacia León. El dolor de los músculos comenzaba a pasar factura, así como la vigilia; además el búho rojo, aunque estaba en buenas condiciones de mantenimiento, no dejaba de ser una máquina antigüita e incómoda.
En la ciudad cuerera se repitió la rutina y el tercer día de viaje emprendieron a pedalazos hacia San Juan de los Lagos. La agenda marcaba que las familias habían salido de Tula la noche anterior para esperar a sus seres queridos justo antes de llegar al santuario mariano. Una larga recta, interminable, somnoliente vio pasar al pelotón y allí fue cuando nuestro amigo comenzó a flaquear.
Sentía que se le cerraban los ojos, su compañero el ex boina verde lo notó y comenzó a darle ánimo como buen hermano de armas, le decía que el cansancio no existe, que todo está en la mente; pero la cabeza de nuestro amigo solo quería descanso y de repente perdió la carretera, despertó hasta que un árbol se le atravesó en el camino. El ex comando lo levantó en vilo, alegando que un marine nunca deja a sus compañeros atrás, así lo depositó en el camión de las refacciones en donde siguió su sueño para, después de un rato, despertar y reunirse con su mamá que ya lo esperaba en los camiones llegados de Tula.
El joven peregrino se sentía desfallecer y así lo comentó a su madre quien iba acompañada de una gran amiga, casi de la familia, quien al escucharlo le dio ánimos, le dijo que la virgen le ayudaría, que tuviera fe y que “su muchachito” podía culminar su esfuerzo y de inmediato procedió a sobarle las rodillas y extremidades con ungüento. El muchacho sintió alivio y siguió su camino hasta llegar a San Juan de los Lagos, por fin había cumplido su meta.
Pero el peregrinar aún no concluía, pues los familiares de los ciclistas llevaban en andas una imagen de la virgen y al verlo le integraron en la primera fila para cargar la bendecida imagen. El muchacho iba exhausto, pero accedió a ayudar recordando las palabras de su nana y a cada paso que avanzaba hacia la basílica la emoción le inundaba al punto de las lágrimas. Hasta que llegaron a escuchar misa, concluyendo su travesía y dejarle bellos recuerdos que hoy nos comparte, emocionado, como ejemplo de que la fe mueve montañas. *NI*