*Las Mujeres en la Independencia de México: Pilares Invisibles del Cambio.

Por Magda Olguín

Es una mañana fresca en la que comienzo a escribir esta columna, hay varios temas que tocar, el más apremiante, sin duda, la reforma al Poder Judicial que para cuando usted esté leyendo estos renglones sabremos qué habrá pasado y quién habrá sido el traidor a la patria (ya que falta solo un voto en el Senado para la aprobación de dicha ley) justo a unos días en los que irónicamente conmemoramos un aniversario más de la Independencia de nuestro país.

Sin embargo, la columna de esta semana quisiera dedicarla a aquellas mujeres que casi no menciona la historia y que fueron parte fundamental de la construcción de una nueva Nación; en aquel entonces las mujeres participaron en la Independencia de México en todos los ámbitos, no solo como enfermeras y cocineras, sino también como combatientes, organizadoras, espías, propagandistas, estrategas, entre otras funciones.

La historia de la Independencia de México está tradicionalmente dominada por figuras masculinas como Miguel Hidalgo, José María Morelos o Vicente Guerrero, pero detrás de estos grandes nombres, existió una fuerza vital que no siempre ha recibido el reconocimiento merecido: las mujeres. Aunque las contribuciones femeninas durante la gesta independentista fueron menos visibilizadas, su papel fue crucial y multifacético, desempeñándose como conspiradoras, mensajeras, espías, financistas e incluso guerreras. Esta columna busca resaltar la participación de estas mujeres, su valentía y cómo rompieron los moldes sociales impuestos por una sociedad patriarcal.

A lo largo de la historia, las mujeres han sido relegadas a roles secundarios en los relatos oficiales. Sin embargo, en la independencia de México, jugaron un papel determinante. Las razones por las cuales sus nombres han sido menos recordados tienen que ver con el contexto social y cultural de la época. La sociedad colonial novohispana estaba marcada por una rígida división de roles de género, donde las mujeres eran consideradas principalmente responsables del hogar y la familia. La política y la guerra eran terrenos casi exclusivamente masculinos, por lo que la participación de las mujeres en la lucha por la independencia representaba una transgresión de las normas sociales.

A pesar de estas barreras, muchas mujeres tomaron las armas, conspiraron, financiaron y apoyaron el movimiento insurgente. Su participación no se limitó a un solo espacio o rol, sino que abarcó diversas áreas de la lucha, desde las trincheras hasta las salas de conspiración.

Uno de los primeros ejemplos del rol femenino en la independencia es el de Josefa Ortiz de Domínguez, “La Corregidora”, cuyo liderazgo en la conspiración de Querétaro fue fundamental para el inicio del movimiento. A pesar de las limitaciones de su tiempo, Josefa actuó con inteligencia y valentía, arriesgando su vida y posición para advertir a los insurgentes de la traición y el descubrimiento de la conspiración. Gracias a su aviso, Miguel Hidalgo y otros líderes pudieron adelantar el Grito de Dolores el 16 de septiembre de 1810. Su rol como conspiradora demuestra cómo las mujeres, aunque no pudieran estar en el campo de batalla, podían ser decisivas en la estrategia y planificación.

Leona Vicario, otra figura emblemática, no solo financió el movimiento insurgente, sino que también participó activamente en la organización de redes de espionaje y comunicación. Leona, una mujer educada y perteneciente a una clase social acomodada, utilizó sus recursos y contactos para apoyar la causa. Su captura y posterior escape evidencian los riesgos que estas mujeres asumían en un contexto de persecución constante.

El rol de las mujeres no se limitó a la conspiración y el espionaje. Muchas tomaron las armas y lucharon al lado de los hombres, destacando en algunos casos como verdaderos líderes. Gertrudis Bocanegra, oriunda de Pátzcuaro, es un claro ejemplo de ello. Tras perder a su esposo e hijos en la lucha, continuó apoyando la insurgencia, organizando a campesinos y movilizando recursos. Su ejecución por fusilamiento en 1817 la convirtió en una mártir de la causa.

Otro ejemplo es Martina de la Cadena, una mujer campesina que lideró tropas insurgentes en la región de Zacatecas. A pesar de su origen humilde, Martina demostró un gran valor y liderazgo en combate, algo que para su época era casi impensable para una mujer. La historia de Martina desafía la narrativa tradicional que asocia el liderazgo militar exclusivamente con los hombres.

Además de su participación directa en la lucha armada, muchas mujeres contribuyeron al sostenimiento del movimiento insurgente desde sus hogares y comunidades. Algunas como Rafaela López Aguado de Rayón, hermana de Ignacio López Rayón, se dedicaron a apoyar a los insurgentes proveyéndoles alimentos, refugio y recursos económicos. Estas mujeres fueron el soporte logístico del movimiento, haciendo posible que los hombres en el campo de batalla pudieran continuar luchando.

El papel de las mujeres no siempre fue visible, pero su resiliencia fue constante. Incluso aquellas que no estuvieron directamente involucradas en la insurgencia contribuyeron al tejer redes de solidaridad y apoyo en tiempos de conflicto. En muchos casos, sus hogares se convirtieron en refugios para los insurgentes, o sus actividades comerciales sirvieron para financiar el movimiento.

A pesar de su contribución fundamental, las mujeres de la independencia han sido en gran parte ignoradas por la historiografía oficial. Esto se debe a la visión patriarcal que dominaba tanto en el siglo XIX como en gran parte del XX. Sin embargo, con el auge de los estudios de género y una mayor conciencia sobre la necesidad de revalorizar la historia desde una perspectiva inclusiva, estas figuras han comenzado a ser reconocidas.

Hoy en día, figuras como Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario han sido elevadas al estatus de heroínas nacionales. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer para que todas las mujeres que participaron en la independencia, especialmente aquellas de orígenes humildes, reciban el reconocimiento que merecen. 

Las mujeres jugaron un papel crucial en la Independencia de México, no solo como acompañantes de los héroes insurgentes, sino como protagonistas activas en la lucha por la libertad. Desde la conspiración y el espionaje hasta la lucha armada y el soporte logístico, su participación fue variada y valiente. La historia debe seguir avanzando hacia un reconocimiento pleno de estas mujeres, cuyo legado ha sido injustamente invisibilizado. Reivindicar su memoria no solo es un acto de justicia histórica, sino también una manera de entender que la lucha por la libertad y la justicia siempre ha sido un esfuerzo colectivo, donde las mujeres han estado presentes y activas, muchas veces en las sombras, pero siempre con la misma determinación que los hombres. Por todo lo anterior nuestro grito de independencia  debe ser: ¡qué vivan las mujeres que nos dieron Patria! Y por supuesto ¡qué Viva México!

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Por Nueva Imagen de Hidalgo

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