*Reflexiones sobre la muerte.
Por Magda Olguín
Para Porfi Martínez Vázquez (+)
Esta semana en particular ha comenzado con malas noticias en el entorno tulense, y es que desde el pasado viernes no se comenta otra cosa en la calle y la cotidianidad de la vida de la Ciudad de los Atlantes: el sorpresivo ataque a ciudadanos mientras departían en un recién inaugurado antro, o bien quienes después de una intensa lucha contra alguna enfermedad decidieron descansar; lo anterior me hace pensar en algo que tenemos seguro y en que pocas veces pensamos: la muerte.
La muerte es un tema profundo y universal que ha intrigado a la humanidad a lo largo de la historia ya que es parte inherente del ciclo natural de la vida. Nacemos, crecemos, vivimos y eventualmente morimos. Aceptar la muerte como una parte natural de la existencia puede ayudarnos a apreciar más plenamente la vida que vivimos.
La conciencia de la mortalidad puede dar un significado más profundo al tiempo que tenemos. Nos impulsa a valorar cada momento y a aprovechar las oportunidades para vivir una vida plena y significativa. Muchos reflexionan sobre el legado que dejan detrás. ¿Cómo seremos recordados? ¿Qué impacto hemos tenido en los demás y en el mundo? Estas preguntas pueden motivarnos a vivir de manera auténtica y a contribuir positivamente al bienestar de los demás.
Por otro lado, la muerte a menudo se rodea de miedos y tabúes en la sociedad. Reflexionar sobre estos aspectos puede ayudarnos a superar el temor a lo desconocido y a abordar la muerte de manera más serena y consciente.
Diferentes religiones y filosofías ofrecen diversas perspectivas sobre la muerte. La creencia en una vida después de la muerte o la idea de la reencarnación son aspectos que pueden influir en cómo enfrentamos la idea de morir.
La efimeridad de la vida puede ser vista como algo hermoso. La floración y marchitamiento de las flores, la puesta de sol y otros ciclos efímeros nos recuerdan la belleza en la transitoriedad.
La muerte también nos confronta con la pérdida y la despedida. Aprender a lidiar con estas experiencias puede ser un proceso doloroso pero enriquecedor, permitiéndonos crecer y aprender sobre la fragilidad de la existencia, puede unir a las personas en momentos de pérdida. Reflexionar sobre la fragilidad de la vida puede fortalecer los lazos humanos y fomentar una mayor compasión y empatía.
En muchos sentidos, la muerte, sigue siendo un misterio. Reflexionar sobre lo desconocido puede llevarnos a preguntas filosóficas más amplias sobre el propósito de la vida y nuestra existencia. La conciencia de la muerte puede motivarnos a vivir en el presente, a apreciar las pequeñas alegrías y a construir relaciones significativas, ya que el futuro es incierto.
La muerte es parte integral de la experiencia humana, y reflexionar sobre ella puede enriquecer nuestra comprensión de la vida.
Reflexionar sobre la muerte, en general, es un tema difícil, que pocos abordan, es algo que todo mundo quisiéramos evitar, más cuando hemos perdido a seres queridos.
Nuestra sociedad no nos enseña a tratar el tema con naturalidad, sino con rechazo, asombro, nostalgia, miedo, incertidumbre, por ello se vuelve complejo y menos se habla o pocos hablan del tema, y muchos, cuando se tiene contacto con un ser que ha fallecido, no quieren volver a verlo, prefieren “imaginarlo como era” dicen, pero él o ella sigue siendo, pero en otro estado.
Mis redes sociales están abiertas para usted Magda Olguín en Fb y @MalenitaOl en Instagram. *NI*