*Entre rituales y corazones: el dilema del respeto a la vida.

Por Claudia Patricia Rodríguez Dorantes

En días recientes, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió un caso que pone sobre la mesa un tema complejo: el conflicto entre la libertad religiosa y el derecho al bienestar animal. La discusión surgió a partir de un conflicto legal contra las normas penales que prohíben el maltrato y la crueldad hacia los animales. Una de las partes argumentó que estas disposiciones, al prohibir prácticas como la inmolación animal, son discriminatorias hacia su religión porque criminalizan actos fundamentales para su fe.

Pero, ¿qué es la inmolación? Es el sacrificio de un ser vivo como ofrenda, una práctica que en ciertos cultos tiene un profundo significado espiritual. Según este argumento, la religión misma perdería su sentido sin el ritual. Además, señalaron que las normas generan un efecto discriminatorio al construir un significado social negativo hacia los practicantes, quienes podrían ser estigmatizados como “asesinos de animales” o como miembros de “una religión que mata animales”.

Por otro lado, estas disposiciones buscan garantizar el bienestar animal, reconocido como un derecho fundamental. En este sentido, los animales son considerados seres sintientes, lo que implica que tienen la capacidad de experimentar dolor y sufrimiento, y que merecen un trato ético y digno.

La Corte tuvo que resolver este conflicto ponderando ambos derechos. Por un lado, la libertad religiosa protege las manifestaciones externas de la fe, siempre que estas no constituyan un delito. Por otro lado, el bienestar animal busca evitar el sufrimiento innecesario y proteger a los animales frente a la crueldad. La resolución estableció que la libertad  religiosa no es absoluta: las prácticas religiosas no pueden justificar actos que la ley reconoce como delitos. Además, señaló que el objetivo de las normas no es discriminar, sino proteger el bienestar de los animales como parte de un interés legítimo y colectivo.

El reconocimiento de los animales como seres sintientes representa un avance significativo en nuestra legislación y en la forma en que entendemos nuestra relación con otras especies.

Sin embargo, también abre la puerta a preguntas que no dejan a nadie indiferente:

¿Deberíamos otorgar los mismos derechos a un gato que a una cucaracha? ¿Dónde trazamos la línea entre nuestra responsabilidad hacia los animales y las necesidades

humanas? Estas cuestiones, que despiertan intensos debates éticos y legales, merecen un análisis más profundo. Pero eso, querido lector, será un tema para otra colaboración.

¿Tú qué opinas? escríbeme a: claurodriguezdor@gmail.com*NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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