Por José Antonio Trejo Rodríguez

El papa Francisco falleció y se le extrañará. En su memoria, comparto la crónica de su visita, ocurrida hace más de nueve años y publicada en ese momento en estas mismas páginas. Descanse en paz.

Justo a las 8 de la mañana con 40 minutos las gigantescas pantallas instaladas en los alrededores de la gran asta Bandera del zócalo y a los costados de la Catedral Metropolitana cesaron de repetir escenas de la llegada, una noche antes, del Papa Francisco a nuestro país; en ese momento comenzaron a transmitir en vivo la salida del Sumo Pontífice de la Nunciatura Apostólica hacia el Palacio Nacional y posteriormente a la Catedral.

Al instante, jubilosas, comenzaron a repicar las campanas que por nombre llevan: Santa María de la Asunción, también conocida como doña María; Santa María de los Ángeles; La Ronca; Santa María de Guadalupe; los Santos Ángeles Custodios; Jesús; Santiago Apóstol; San Agustín; La Purísima Concepción; Santo Ángel Custodio; San Pedro y San Pablo; San Gregorio; San Paulino Obispo; San Juan Bautista y San Juan Evangelista; Señor San Joseph; Nuestra Señora del Carmen; Nuestra Señora de la Piedad; Santa Bárbara; Santo Domingo de Guzmán; San Rafael Arcángel; San Miguel Arcángel; San Joaquín y Santa Ana; Señor San Miguel; San Juan Diego.

Desde las gradas instaladas en la monumental plancha de concreto que algún día albergó el centro neurálgico de México Tenochtitlán se podía observar a las colosales campanas y esquilones protegidas por sus campanarios coronados por las figuras de Gregorio VII; San Agustín; Leandro de Sevilla; Fulgencio de Cartagena; San Francisco Javier y Santa Bárbara en la torre del lado izquierdo si se le mira de frente. En la otra torre están: Santa Rosa de Lima; Santa María; San Ambrosio; San Jerónimo; San Felipe de Jesús; San Hipólito y San Isidro Labrador. Imposible resulta no reparar en las 3 figuras que se encuentran sobre el reloj y que representan a la Fe, a la Esperanza y a la Caridad. Todas ellas y el reloj realizados por Manuel Tolsá.

Un gran helicóptero de color blanco con franjas verdes y rojas aterriza en el interior del Palacio Nacional, de seguro transporta al presidente y a su familia. Las pantallas muestran al Papamóvil dando vuelta hacia Izazaga, en breves instantes vuelve a doblar por 20 de Noviembre, gritan y se emocionan los miles de peregrinos llegados de todo el país y del mundo entero: Colombia, El Salvador, Costa Rica, los polacos de Cristo Rey con sus imponentes capas rojas; todos nos ponemos de pie y gritamos de gusto pues no tarda en llegar el Obispo de Roma.

Se abre la puerta de Honor del Palacio Nacional, la que está en el extremo sur de la fachada, reservada para el uso del presidente de la República. Allí, el primer mandatario y la primera dama ya esperan a Su Santidad. El convoy papal entra a la Plaza de la Constitución, se estaciona y por primera vez en la historia un Papa ingresa al Palacio Nacional. El reloj de la Catedral marca las 9:30 horas y las campanas cesan de tocar. Se cierra el portón mientras en el zócalo la gente corea “Queremos ver al Papa. Queremos ver al Papa”.

Las grandes pantallas y el equipo de sonido dan cuenta de lo que al interior del Palacio Nacional ocurre. La multitud es implacable y abuchea al Presidente cuando es presentado, a Francisco lo aclama; vuelve a abuchear a Peña al equivocarse, levemente en su lectura: “…todos los mexicon…todos los mexicanos..” señal de que están muy atentos a los discursos, sobre todo al del Papa, repiten a manera de reflexión lo que con tono suave, pero firme, lee dentro del Palacio.

La concurrencia reclama la salida del Santo Padre hacia la plaza cuando ven que se tarda saludando a los asistentes a la ceremonia oficial de bienvenida. Se vuelve a abrir la Puerta de Honor, el convoy se prepara para tomar un circuito en la plancha que ha albergado desde desfiles hasta manifestaciones, desde expos hasta pistas de hielo. La puerta del Palacio ubicada en su extremo norte, “la Mariana” se abre para dejar salir a la jerarquía católica que se dirige a su reunión en la Catedral, también a Miguel Ángel Mancera.

El júbilo invade a los peregrinos y a las campanas que vuelven a tocar; el carismático Papa Francisco, que se despojó de su abrigo blanco dentro del Palacio, no deja de saludar y sonreír desde el Papamóvil. “El Papa me miró” exclama feliz una señora; el recorrido dura apenas unos 5 minutos y el vehículo se detiene frente a la Catedral, baja y recibe de manos de un sonriente Mancera un pergamino y las llaves de la Ciudad de México; a cambio le entrega al Jefe de Gobierno una pequeña caja cuyo contenido no se alcanza a distinguir y antes de ingresar a la Catedral vuelve a ponerse su abrigo blanco. Resaltan 2 grandes lonas adheridas a la fachada de la Catedral: una con la imagen de Su Santidad y otra con la imagen de la Virgen de Guadalupe: “Madre Misericordiosa” dice.

Los peregrinos comienzan a abandonar la plancha y las gradas y no es para menos pues el sol es inclemente, rostiza y obliga a aligerar la indumentaria; aunque al regresar a la sombra resulta imperioso volverse a forrar por el aire helado que se siente, el cual resulta de poca monta para el turismo europeo y norteamericano que por allí camina en vista de la ligera vestimenta que portan. Sobre la antigua 2ª Calle de Plateros, hoy Avenida Francisco I. Madero, las pantallas de TV21 la televisora del Gobierno de la Ciudad de México transmiten el mensaje del Papa y en una toma se alcanza a distinguir a nuestro Obispo Juan Pedro Juárez Meléndez. Los comentaristas están felices y con justa razón, pues la organización de la inmensa jornada resultó impecable: muy temprano habían repartido miles de botellas de agua, lonches, café, atole, revistas, estampitas del Papa. Las pilas de cobijas delataban que los voluntarios, policías, integrantes de las organizaciones de la sociedad civil, grupos de protección civil, personal de limpias, habían pasado la noche al tanto con el fin de entregar excelentes cuentas de la visita más importante al centro histórico en lo que va del siglo.

Casi es la una de la tarde y hay que ir a ver al Papa cuando salga de la Catedral, la esquina de Plaza de la Constitución y 20 de Noviembre está a reventar. El convoy se enfila de vuelta a la Nunciatura, pero ahora el Papa viaja en el asiento trasero de un pequeño Fiat en color blanco con toldo negro, la velocidad que imprime el conductor no es obstáculo para que Francisco salude desde la ventanilla a medio abrir.

Un poco después se puede ver el agrupamiento de los grupos de protección civil, también la salida de varios guardias del Palacio Nacional, todos con el rostro de la satisfacción que brinda el deber cumplido; resalta una patrulla que jala una olla antibombas. Una camioneta se enfila por Pino Suárez trasladando en el asiento del copiloto al arzobispo ortodoxo Antonio Chedraui. Los voluntarios siguen repartiendo agua embotellada.

El reloj ubicado en la fachada de la torre Latinoamericana marca las 4 con 20 minutos, el eje Central ha quedado cerrado y limpio de tráfico, abundan los patrullajes, la gente se aposta a lo largo de lo que es llamado el corredor verde, por el transporte público a cargo de los trolebuses eléctricos que por el circulan; los policías vigilan que no se invada el arroyo vehicular; las aceras del imponente Palacio de Bellas Artes lucen repletas, lo mismo las del Banco de México, las del edificio de Correos. El arribo de las camionetas blancas avisa que el Papa está por llegar y el coro se aviva, el cansancio desaparece, los teléfonos y cámaras están en todo lo alto cuando el Papa saluda desde el Papamóvil; un instante breve que quedará marcado para siempre en la memoria de quienes allí estuvimos.

La convivencia es inmejorable, sin conocerse, las personas intercambian fotos y videos del momento a través de sus celulares y platican sus impresiones, todos felices, deseándose buen regreso a sus lugares de origen. Frente al Palacio de Bellas Artes una gran pantalla transmitiendo la señal de TV21 da cuenta que el Papa ya está en la Basílica y que su primera misa en nuestro país va a comenzar. Algunas personas se sientan en las banquetas, aunque la mayoría avanza por la Alameda Central, es hora de ir a descansar y a aquilatar el adelantado sábado de gloria que este 13 de febrero de 2016 se ha vivido en el Centro histórico de la muy noble y muy leal Ciudad de México. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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