Maleza, fauna propia del lugar, tristeza, abandono y sin un acceso libre de hierba es lo que rodea a la sala introductoria o de interpretación como le denomina el INAH, “Guadalupe Mastache”, ubicada en la Zona Arqueológica de Tula. Está vacía, a pesar de que en la página oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el apartado de Lugares, se habla de un fragmento de pilastra de Tláloc y a Tezcatlipoca, un singular jaguar y misteriosos chacmoles.
No, nada de eso se observa a través de sus ventanales. No resguarda nada, porque nada permanece de lo que se adquirió e instaló hace años con recursos públicos para convertirlo, como dice el INAH, en una sala de interpretación y ya no introductoria como se planeó con la apertura de la puerta sur, por el lado de la colonia 16 de Enero, y que nunca ocurrió.
La maleza ha ganado espacio en los alrededores de la sala. Los panales de avispas son muestra de que el inmueble está en el olvido. Nadie la visita, apenas los curiosos que caminan más allá de la plaza principal de la Zona Arqueológica de Tula. Por lo menos está cerrada, no se alcanzan a ver daños interiores ni presencia de personas ajenas al lugar.
No cumple con su objetivo. La Sala de Interpretación “Guadalupe Mastache” se proyectó como el punto de partida ideal para explorar la majestuosa Zona Arqueológica de Tula. Con una sola planta, este espacio se diseñó para sumergir a los visitantes de manera interactiva en el fascinante mundo de la Cultura Tolteca. Sin embargo, no está abierta ni equipada, a pesar de estar todavía entre los Lugares que en su página promueve el INAH.
La sala lleva el nombre de la destacada arqueóloga mexicana Guadalupe Mastache, quien lideró un proyecto de conservación y excavación en la Zona Arqueológica de Tula, junto al Dr. Robert H. Cobean, entre 1992 y 1994. Durante este proyecto, se realizó el importante descubrimiento de la Coraza de Tula, un hallazgo que arrojó nueva luz sobre la historia y cultura tolteca. (MGP)