Ya estamos en Zaragoza
A la hora ya acostumbrada el desayuno y luego al autobús para llegar en 15 minutos al centro de Zaragoza. Son días de fiesta; ayer hubo un gran desfile con la presencia de los Reyes de España. Hoy es domingo y ya están en marcha las festividades por nuestra Señora del Pilar cuya celebración es el próximo jueves 12 de octubre.
El bus nos deja muy cerca de la Plaza del Pilar, a un lado del río Ebro. Lo vemos desde el puente, no es muy caudaloso, su agua no es tan clara, pero permite a jóvenes en parejas, sobre todo, remar en lanchas, en lo que parece un excelente ejercicio dominical. Inevitable pensar en el río Tula, aquí sus márgenes están llenos de árboles de todo tipo y en algunos tramos una especie de andadores. Envidia de la buena.
Nos espera un guía local. Jorge de nombre. Habla un poco rápido y no muy fuerte, de manera que procuramos estar cerca de él para no perder detalle. Entramos a la inmensa Basílica de la Virgen del Pilar, es la patrona de la hispanidad y aquí el Padre José Miguel concelebra la misa de las 11 de la mañana.
El origen del nombre es justamente un enorme pilar como parte de la Basílica. Está en la parte posterior del altar mayor y existe un espacio en donde los católicos nos acercamos al muro, lo tocamos y hacemos –si queremos- una reverencia. Para ello hay que tomar lugar en una larga fila. La historia dice que al paso por Zaragoza del Apóstol Santiago es justo en este pilar en donde se le aparece la Virgen. En una enorme explanada a un lado de la Basílica está la Catedral.
Son dos horas de tiempo libre para conocer algo de Zaragoza, la capital de Aragón. Es una ciudad para el turismo, con más de 2 mil años de antigüedad. Y si sabemos que es de las más visitadas en Europa. Ahora hay que agregar a su festividad anual que ya comenzó, la visita ayer del Rey Felipe y Letizia su consorte, pues la hija de ambos, Leonor de nombre, cumple con su servicio militar en la Academia General Militar aquí, a donde ingresó el pasado mes de agosto y su estadía será de tres años y hoy es la primera vez que se deja ver en público en el desfile militar.
Ya comimos y es hora de partir porque el trayecto es largo. Son más de 250 kilómetros para llegar al Santuario de Montserrat; antes de paso y a lo lejos el Padre nos muestra Lérida, con su castillo que fue por muchos años la catedral, hasta antes que se construyera una nueva, hoy nos platica, está abandonado.
Para llegar al monasterio de Montserrat hay que subir y subir, son casi 800 metros. En lo alto podemos apreciar un bello espectáculo. Son unas enormes piedras que ciertamente nos hacen recordar Los Órganos allá en el occidente de Tula. Todavía más arriba de la iglesia, en la punta, vemos un mirador al que se llega a través de un funicular que sólo de verlo cómo sube casi en forma vertical, se enchina la piel, estamos cortos de tiempo y con más razón ni siquiera intentamos abordarlo.
Es un encuentro con la naturaleza y con nuestra religión, en verdad es espectacular, bello. Dentro de la iglesia pudimos escuchar la parte final de una ceremonia presidida por unos 20 monjes benedictinos. Es en catalán, pero no es una misa, es parte de la liturgia llamada de las Horas.
Al terminar pudimos subir por la parte posterior y ver de cerca y tocar a través de cristal el rostro de la virgen morena. Ya se oscureció y es tiempo de bajar. No deja de impresionar los inmensos voladeros, tanto que algunos compañeros de viaje prefirieron “dormir”.
Ya abajo, a ras de tierra, es corto el viaje y en menos de una hora estamos llegando a Barcelona. El hotel es de la cadena Ibis y a pesar de lo tarde, la mayoría optamos por ir a cenar, pues es parte del paquete ofrecido, que hasta el momento se ha cumplido puntualmente, por cierto. Esta vez es fuera del hotel, tal vez por el día o por la hora, pero sin problema vamos y regresamos satisfechos. A dormir.
Nos vamos a Francia
Ha sido una viaje-peregrinación muy intenso, Pepe comentó que sería muy tranquilo, casi para puro adulto mayor, agregue entre broma y serio, pero no. Levantarse temprano y cumplir con lo programado. Es una peregrinación, no es exactamente un viaje de placer, nos precisa el Padre y así ha sido, pero por lo que vemos y escuchamos todos estamos satisfechos.
Salimos del hotel para dirigirnos sin contratiempos a admirar la Basílica de la Sagrada Familia. Es considerada la obra maestra construida en el último siglo. Es creación del arquitecto catalán Antoni Gaudi, considerado el máximo exponente de la arquitectura moderna. La más alta del mundo, cuya construcción se inició en el ya lejano 1882 y se calcula estar por fin terminada en el 2026, justo a cien años de la muerte de su creador.
Su construcción se ha financiado siempre por donaciones privadas y el cobro de entrada. Hoy pagamos 55 euros cada persona. Sin duda la Sagrada Familia está llena de simbolismos cristianos. En la fachada de la Pasión hay un cuadro de 4×4 con filas y columnas cuyo resultado siempre da 33, que es la edad –como sabemos- a la que murió Jesús.
Los detalles de la Basílica son inagotables, como que su construcción lleva 140 años. Su exterior tiene tres fachadas que representan las fases de la vida de Jesús: Natividad, Pasión y Gloria. Será, de hecho, ya es, la iglesia más alta del mundo, 173 metros.
Podríamos pasarnos horas y horas admirándola, pero son las 11.45 de la mañana de este lunes 9 de octubre y es hora de irnos, porque el Padre nos pide omitir el paseo programado en Barcelona y poder llegar a tiempo al santuario de Nuestra Señora de Lourdes, ya en tierras francesas. Cierto el viaje es largo, pero llegamos justo a tiempo para presenciar y ser parte de la Procesión de las Antorchas a las nueve de la noche.
En el pueblo de Lourdes
Nuestras actividades en el pueblo de Lourdes comienzan muy temprano. A las 6.45 listo en hotel para llegar caminando a una de las capillas del enorme Santuario localizado en la zona de los Altos Pirineos en Francia. Nuestro Padre oficia misa en punto de las 7, acompañados por la hermana Silvia, una religiosa mexicana originaria del estado de Zacatecas y con un año ya de estadía en este lugar.
Después de la ceremonia religiosa regresamos al hotel para el desayuno; enseguida dejamos las maletas listas en el lobby para irnos a un recorrido guiadas por la misma Hermana. En 1858 la Virgen de Lourdes se aparece a una pequeña de 14 años con graves problemas de salud. Asma y cólera entre otros males aquejan a Bernardita, su nombre. Son 18 las apariciones entre febrero y julio de ese año, nos relata Silvia.
El clima es benévolo en esta parte de Francia. 14 grados nos marca el termómetro al filo de las 9.30 am. El recorrido sigue y nos lleva a la gruta que es el lugar en donde se le apareció la Virgen a la menor. La tradición es: lavarse las manos, después la cara y beber de esta agua milagrosa. Hay varios grifos para cumplir con el cometido
Son tres las basílicas que podemos observar en el Santuario: la de Inmaculada Concepción; la de nuestra Señora del Rosario y la subterránea de San Pío X con capacidad para 25 mil fieles nos detalla nuestra amable guía.
Enseguida atravesamos la muy amplia explanada o el atrio -que es uno de los más grandes de Europa- para llegar a conocer la casa en donde vivió Bernardita Soubirous. En la planta alta objetos como camas, sillas; abajo el molino que era la fuente de trabajo del papá y la familia.
Tiempo libre para conocer el interior de las iglesias y algunos otros puntos del Santuario Mariano; después la compra de recuerdos y vámonos al hotel. Todavía tenemos derecho a la comida y enseguida a subir maletas y tomar camino con destino a Tours. Hay tres paradas en una distancia de poco menos de 500 kilómetros y por ley en los países de la Unión Europea el conductor está obligado a descansar después de conducir no más de tres horas. Son alrededor de las 10 de la noche y hemos llegado a nuestro destino gracias a Dios.
Por hoy es todo, nos leemos en la siguiente entrega, pero…En Confianza. *NI*