*El día que nadie quiso cuidar la casilla.

Por Iván Hernández Mendoza

Organizar comicios no es tarea fácil. Hay muchos trabajos que coordinar, elementos que planear y tareas que delegar. Desde el diseño de la boleta electoral hasta la forma en que se debe votar, todo debe estar fríamente calculado de pies a cabeza. Basta un solo error para echar abajo todo un proceso electoral.

Soy afortunado de vivir este proceso desde dentro, como parte del INE, involucrándome en las tareas que un organismo planea para que la ciudadanía pueda ejercer su derecho a participar en la vida política del país. Si tuviera que describir esta experiencia con dos palabras serían: reconfortante y (altamente) frustrante.

Reconfortante porque te sientes parte de toda una maquinaria a la que nos gusta llamar democracia. Esa sensación con la que terminas un periodo electoral no se compara con nada. Te deja una especie de investidura, como si fueras un agente democrático. Y frustrante porque te das cuenta, de primera mano, de todas las enormes fallas estructurales, no solo del sistema, sino también del Instituto. Pero la verdadera frustración, la que se mete bajo la piel, es la que llega cuando te topas con la apatía y el desinterés de las y los ciudadanos.

Tal vez les sorprenda que esta vez no arremeta en contra de una institución. No se confundan: claro que hay elementos que merecen atención. Las deficiencias del INE, cuya principal tarea desde hace casi 30 años es organizar elecciones, son muchas. Les sorprendería. Pero hay algo en lo que estoy convencido: como ciudadanía, como sociedad, construimos las instituciones que queremos tener. Debería ser la sociedad la que moldea a sus instituciones, y no al revés.

Por eso, en esta ocasión, quiero apuntar a lo que considero una de nuestras fallas estructurales más profundas como sociedad civil: la falta de participación ciudadana.

Según los lineamientos del INE, las casillas deben integrarse con personas sorteadas de la sociedad civil, siguiendo criterios específicos para garantizar la máxima imparcialidad. ¿Pero qué pasa cuando la ciudadanía no tiene el menor interés en participar? Entonces entramos nosotros, una oleada de trabajadores temporales cuya tarea principal es persuadir a la gente para que acepte su papel dentro del proceso electoral.

Y es ahí donde aparece lo que yo llamo el “síndrome del que me importa”.

Por muchas razones —que no caben en una columna— la sociedad civil en México ha desarrollado una especie de apatía estructural. Reacciona solamente cuando algo le afecta directamente. Si no cambia su vida de manera inmediata, prefiere ignorarlo. Me duele generalizar, pero es una realidad que afecta a la mayoría. Tal vez fue el PRI, que nos acostumbró a un sistema clientelar que sembró en nuestro subconsciente la costumbre de no reaccionar.

¿Y qué pasa cuando combinas participación voluntaria con una sociedad que no se siente afectada? Pues nace una comunidad democrática débil. El INE, y cualquier otro órgano autónomo, depende del compromiso individual con la democracia. Los ideales pueden cambiar, las posturas también, pero nadie puede negar que el derecho a elegir es algo que nos beneficia a todas y todos.

Aun así, muchas personas prefieren no involucrarse a menos que sea estrictamente necesario. Claro, hay quienes tienen razones válidas para no participar. Pero esta crítica va dirigida a quienes evitan el compromiso simplemente porque “no les importa”.

Tenemos instituciones débiles, con representantes y trabajadores/as sin las capacidades necesarias, que se aprovechan de esta apatía ciudadana para seguir usando el servicio público como fuente de enriquecimiento personal. Y seguirán haciéndolo mientras sigamos cediéndoles ese espacio.

Ser funcionario o funcionaria de casilla puede parecer insignificante, pero el sistema se construye con esas pequeñas acciones. Si seguimos delegándolas, otros seguirán aprovechándose de nuestra indiferencia.

La pregunta es simple:

¿Cuántas veces más vamos a dejar que otros decidan por nosotros? *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

Medio de comunicación impreso que nació en 1988 y con el correr de los años se convirtió en un referente en la región de Tula del estado de Hidalgo. Se publica en formato PDF los miércoles y a diario la página web se alimenta con información de política, policíaca, deportes, sociales y toda aquella información de interés para la población.

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