Tula: una ciudad en (mal) crecimiento.
Por: Iván Hernández Mendoza
Los trabajos del tren México–Querétaro están por comenzar. Según las autoridades, las obras arrancarían este mes, si no es que ya lo hicieron en algunos tramos. El gobierno de Tula se muestra emocionado por la oportunidad que esto representa. Turismo, inversión, crecimiento… y, en efecto, no están del todo equivocados: la derrama económica que traen consigo estos megaproyectos es considerable, especialmente para una ciudad pequeña como la nuestra. En términos de desarrollo, el panorama suena prometedor.
Pero no todo es color de rosa.
Tula sufre de múltiples carencias que requieren atención urgente, y preocupa la manera —y la lentitud— con la que la presidencia municipal responde. La llegada de grandes obras se presenta como “lo que nos hacía falta”, pero… ¿y todo lo que ya nos faltaba desde antes?
Tan solo hay que ver el caso de la calle 5 de Febrero. El municipio tardó más de ocho meses en pavimentar apenas 350 metros. ¿Cuánto tiempo tomaría construir una estación de tren con todas sus necesidades operativas? Afortunadamente, esta vez habrá apoyo federal.
No exagero al decir que la actual administración municipal no parece estar capacitada para gestionar una inversión de esta magnitud, por más que el presidente municipal repita que su compromiso es con la transformación. El ejemplo de la calle es ilustrativo: aunque el resultado final incluye jardineras nuevas, buen pavimento y luminarias que prometen alumbrar lo que antes estaba en penumbras, si uno observa con atención, las omisiones saltan a la vista.
Ahí está, por ejemplo, la barda perimetral de la primaria Venustiano Carranza, demolida por el municipio y hasta ahora sustituida solo con una malla ciclónica, a pesar del compromiso de reconstruirla. O los cables de alta tensión amontonados a los lados de la calle, donde la “solución” fue podar los árboles por donde cruzan, sin cambiar los viejos postes de madera que, desde la inundación, no han sido revisados ni una sola vez.
Algunas personas podrían considerar estos “detalles sin importancia” o una crítica política disfrazada. Pero no se trata de eso. Lo que se señala aquí es la falta de compromiso —o peor aún, la incapacidad— de quienes encabezan las secretarías municipales para pensar en proyectos verdaderamente integrales. Proyectos que consideren todas las aristas, no solo lo mínimo necesario. Algo que, por cierto, hemos señalado en esta columna más de una vez.
Y si así manejan una calle, ¿cómo no sentir incomodidad ante la idea de que estas mismas personas sean las encargadas de materializar algo tan complejo como una estación de tren?
Hablamos de funcionarios que parecen no estar a la altura de los retos: ni en materia de seguridad, ni de desarrollo urbano, ni de gestión eficiente. Tal vez habría que recordarles que dirigir una ciudad implica mucho más que posar para la foto o presumir en redes sociales los beneficios de trabajar en el municipio. Se trata de planear con visión, de ejecutar con responsabilidad y de pensar en el bien común.
Porque gobernar no es inaugurar obras. Es construir ciudades que funcionen incluso cuando nadie corta el listón.
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