*El Jorge R. Acosta apenas exhibe unas cuantas piezas.
*El Parián, abandonado.
Por MARLENE GODÍNEZ PINEDA
Un domingo para visitar la Zona Arqueológica de Tula. Grupos de turistas extranjeros llegan, algunos acompañados por su propio guía o su traductor a fin de conocer más sobre la cultura tolteca que tuvo su esplendor en estas tierras hidalguenses.
En el museo Jorge R. Acosta todavía se observan las cartulinas con la exigencia de su apertura y una manta donde piden la no ratificación del director general del INAH, Diego Prieto Hernández, así como otra donde exigen que este espacio sea un lugar digno para la exhibición del patrimonio.
¿Y es digno? El museo Jorge R. Acosta si bien ya abrió al público, pocas piezas se exhiben en su única sala dividida por biombos. Únicamente en la mitad del espacio se aplicó la museografía, pero parece muy pobre cuando se recuerdan todas las figuras y más elementos toltecas que en otro tiempo se mostraron.
¿Dónde quedaron las piezas que en otro tiempo albergó el museo? No hay a quien preguntarle. Los visitantes extranjeros se conforman con admirar lo poco que hay y que les lleva poco tiempo, porque no hay mucho que ver. Y siguen llegando visitantes, de los nacionales pocos se detienen en el Jorge R. Acosta.
Se encaminan hacia la zona de las pirámides, algunos en grupo con un guía que les va explicando lo que tienen que saber de la gran cultura tolteca. No pocos se detienen a observar y adquirir los productos que los artesanos muestran en sus puestos en los andadores de donde no han querido moverse para reubicarse en el Parián.
También olvidado se encuentra ese inmueble ubicado a la entrada de la Zona Arqueológica, donde autoridades federales y estatales invirtieron recursos públicos. No se utiliza, al menos no de manera pública. Los medidores y todo el sistema eléctrico se observandeteriorado en las afueras del Parián.
Subir hacia donde los gigantes de Tula observan y resguardan a la ciudad es imprescindible. Sin duda es lo más atractivo de la Zona Arqueológica. Ahí nacionales y extranjeros admiran la majestuosidad de los guardianes. No faltaron las selfies, los videos y la explicación de los guías, en tanto personal del INAH está atento para que los visitantes no traspasen la línea hacia lo prohibido.
Los gigantes no se pueden tocar, una cinta de precaución limita el paso, pero los visitantes aprovechan para tomar energía, aunque no es marzo, y sobre todo admirar el paisaje que todavía es atractivo. A lo lejos el cerro del Xicuco emerge imponente para competir a la par con los atlantes que ven pasar el tiempo sin que nada mejore en su entorno para seguir siendo el principal atractivo de la Zona Arqueológica. *NI*