Por Carlos Villalobos
Es muy interesante la conversación que ha surgido alrededor de las herramientas didácticas, en especial los libros de texto gratuitos que se entregarán a miles de niñas, niños y adolescentes a lo largo y ancho de la República Mexicana.
Desde quienes los ven como “máquinas ideologizadoras” que propagarán un “virus comunista” (sic), hasta cuestionamientos sobre los gráficos que se utilizarán, estamos frente a una oportunidad irrepetible: socializar procesos didácticos.
En el entorno escolar mexicano, es evidente que hemos atribuido una gran importancia a los libros de texto, al punto de que al final del ciclo escolar, algunos docentes se apresuran a “terminar los libros” porque así se les exige, aunque esto no garantice que los estudiantes hayan adquirido los conocimientos adecuados. Esta situación es un tanto paradójica.
Además, casualmente, hoy se nos está vendiendo la narrativa de que “la semilla comunista se implantará en nuestras niñas y niños con esos textos”. Pero ¿es realmente posible que los libros tengan tanto impacto? También debemos considerar que estaríamos subestimando la capacidad y criterio de miles de docentes mexicanos.
Es importante aclarar que, aunque es cierto que estos textos se construyeron en un tiempo determinado, el proceso contó con la participación de docentes a través de foros, encuentros y mesas de análisis.
El debate debería centrarse, si es necesario, en el involucramiento de los padres de familia, lo cual precisamente busca el nuevo modelo de la escuela mexicana: un espacio donde docentes, familias y alumnos colaboren para construir los entornos educativos y el conocimiento.
Es tiempo de avanzar y considerar el aula como un entorno de aprendizaje en movimiento y colectivo. Es probable que muchos de los textos que utilicé en el aula también tuvieran errores garrafales, sin embargo, léame aquí.
Hoy queda claro que la mesa está servida, y es necesario que la sociedad, expertos en el tema, autoridades y, sobre todo, los alumnos nos sentemos a discernir para lograr una construcción colectiva de lo que deseamos para la educación en México y sus aulas.
Siendo un enamorado del aula, y docente en reposo, les invito a acercarse, haya o no polémica con los libros, para conocer lo que hacen las niñas, niños y adolescentes en sus clases, ya que, aunque “es su obligación estudiar”, por parte de los docentes toca “enseñar”, y los tutores deben “supervisar y retroalimentar”.
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