*BROMAS JUVENILES.

Por José Antonio Trejo Rodríguez.

“El doble barril” y “el chiflador” eran compañeros de trabajo, ambos tenían buena amistad, pero eran muy llevados. Lo malo es que, “el doble barril” no se aguantaba, le gustaba bromear pesado con todos, pero cuando la palomilla le cargaba la mano se quejaba y hasta pleito echaba; por ejemplo: sacaba la ropa de los lockers de sus compañeros y la aventaba hacia lo más alto de una estantería; en otras ocasiones despuntaba bolígrafos y chorreantes los dejaba en las mochilas de sus camaradas.

Fue “el chiflador” quien le apodó como “el doble barril”, se inspiró al estar escuchando Radio Universal FM que en ese momento programaba una famosa canción de Dave y Ansel Collins con el mismo título y siendo corpulento, ni se devanó los sesos para apodarlo así, claro, retorciéndose de risa y provocando las carcajadas del resto. Mientras que “el chiflador” era llamado así porque se decía que parecía que estaba chiflando; también le llegaron a apodar “el patrón”.

Los muchachos le devolvían las bromitas al “doble barril”; echando en su mochila basura, piedras, botellas vacías y desperdicios de madera. El bromista ni cuenta se daba y así llegaba a su casa. Una vez apareció en la chamba echando pleito porque dijo que llegó a su casa y su mamá estaba lavando, así que le pidió la mochila para asear su ropa de trabajo, aquel ni tardo ni perezoso se la entregó y para sorpresa de la señora, halló la basura y le reprendió fuertemente, recriminando su falta de madurez.

En cierta ocasión “el chiflador” llegó temprano a los vestidores y aprovechó que “el doble barril” aún no llegaba al trabajo y como prestidigitador sacó un diurex, tomó la camisola y el pantalón del otro cábula y riendo como poseído, pegó puños y bastillas y no contento con ello volvió a acomodar las prendas de vestir, perfectamente dobladas, pero al ver que había una muda más ropa envolvió un par de piedras que se halló en el patio; total si no pegaba una, pegaba la otra. Se fue a trabajar y se olvidó del asunto.

“El doble barril” llegó al vestidor y se aprestó a vestirse, iba de excelente humor; chiflaba y quizá planeaba sus próximas maldades, sin sospechar lo que el destino le deparaba. Hablaba sin parar en medio de sus compañeros, se despojó de su camisa, la dobló y se dispuso a vestir la camisola, introdujo el brazo izquierdo y al no poder sacar la mano empujó con fuerza, allí fue cuando se dio cuenta que su puño tenía diurex; mascullando lo retiró y se calzó la manga derecha. Ocurrió lo mismo y ya sin tanto humor procedió a quitarlo. Sus compañeros se reían socarronamente, pero no a carcajadas, pues conocían el genio disparejo del muy truhan.

Ya con la camisola puesta y pensando que allí había llegado la broma del “chiflador”, se despojó del pantalón y sentadito en un banco metió las piernas en la prenda de trabajo, incorporándose de inmediato para abrochar, pero al estar pegadas las bastillas lo único que logró fue caer hacia un costado. Ya no mascullaba, en ese momento maldecía al tal “chiflador” y amenazaba con coserle sus ropas con cáñamo. Tirado en el suelo le quitó el diurex al pantalón y se calzó sus botas de trabajo. Sus compañeros no podían aguantar las carcajadas, pero como se sabe, era de mecha corta y solo reían para adentro, sin intenciones de pagar los platos rotos que había dejado “el chiflador”.

Enseguida, “el doble barril” quiso verificar que el resto de su ropa estuviera libre de diurex y jaló la muda de ropa doblada, ubicada en la parte alta de su casillero; al hacerlo, una piedra cayó muy cerca, incluso puede decirse que le rebanó las orejas. Su furia era total, maldecía y juraba, como si de un caballero se tratase. Jaló la otra prenda y otra gran piedra por poco y lo deja sin cachetes. Era el colmo para él. Amenazó en ausencia al “chiflador” y se fue a trabajar.

Al terminar el turno ambos cábulas se encontraron frente a frente en el vestidor; “el chiflador” reía a mandíbula batiente, mientras que “el doble barril” reclamaba airadamente, atizando las carcajadas del “chiflador” quien, quitado de la pena se dirigió a la salida no sin antes plantarle un sopapo con la palma de la mano en la espalda al “doble barril” que hasta lo dobló. Hecho una furia, “el doble barril” salió correteando al burlón, pero como aquel era más atlético pudo escabullirse sin sobresaltos. El doble barril no había reparado que solo andaba en calzones así que, de inmediato se regresó al vestidor. La raza reía como nunca, igualito que usted apreciado lector. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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