*Rusia y Ucrania: a tres años del conflicto.
Por Magda Olguín
La guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada en febrero de 2022 con la invasión rusa a territorio ucraniano, ha transformado el panorama geopolítico global. Este conflicto, con raíces en tensiones históricas y políticas, ha generado un impacto profundo a nivel político, económico y social, tanto en las naciones directamente involucradas como en el resto del mundo.
La invasión de Rusia a Ucrania en 2022 no surgió de un vacío, sino que fue el resultado de una serie de eventos que se remontan a la disolución de la Unión Soviética en 1991. La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y el apoyo a los separatistas prorrusos en las regiones de Donetsk y Lugansk fueron antecedentes claros de la actual guerra. Rusia justificó su intervención alegando preocupaciones de seguridad y protección de la población rusoparlante en el este de Ucrania. Sin embargo, la comunidad internacional interpretó la invasión como una violación flagrante del derecho internacional y de la soberanía de Ucrania.
A nivel político, la guerra ha fortalecido la unidad de Occidente, en especial dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE). Países tradicionalmente neutrales como Suecia y Finlandia han optado por unirse a la OTAN como medida de protección frente a la agresión rusa. Al mismo tiempo, la relación entre Rusia y los países occidentales se ha deteriorado drásticamente, resultando en sanciones masivas contra Moscú. En el ámbito interno, el conflicto ha consolidado el liderazgo de Vladímir Putin en Rusia, pero también ha generado descontento social y migración de ciudadanos opuestos a la guerra.
En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, el apoyo de Washington a Ucrania antes de la llegada de Trump al poder, fue clave en la resistencia del país invadido. A través de paquetes de ayuda económica, armamentística y humanitaria, EE. UU. se reforzó como principal aliado de Ucrania, lo que ha aumentado aún más las tensiones con Rusia. Esta situación intensificó la guerra fría moderna entre ambas potencias, con riesgos de una escalada mayor en caso de enfrentamientos directos o ataques cibernéticos. Además, la relación entre Rusia y EE. UU. ha afectado la estabilidad global, con consecuencias en el comercio internacional y la seguridad energética.
Sin embargo, con la llegada de Trump a la presidencia de EU, el futuro del conflicto podría cambiar de manera significativa. Durante su mandato previo, Trump mostró una postura ambigua respecto a Rusia y expresó dudas sobre el apoyo incondicional a Ucrania. Su retorno a la presidencia de EE. UU. se traduce en una reducción del apoyo militar y financiero a Ucrania, lo que afectaría la capacidad de resistencia del país frente a Rusia. Trump busca una negociación con Putin basada en acuerdos que prioricen los intereses estadounidenses, aunque esto podría debilitar la postura de Occidente en su conjunto. Un cambio drástico en la política exterior de EE. UU. también podría generar tensiones internas y resistencias dentro del Congreso y de los aliados europeos.
Por otro lado, el impacto económico de la guerra ha sido significativo a nivel global. Las sanciones impuestas a Rusia han afectado su economía, reduciendo su acceso a mercados financieros y tecnológicos. Al mismo tiempo, la dependencia de Europa del gas y el petróleo ruso ha llevado a una crisis energética, obligando a los países europeos a diversificar sus fuentes de energía y acelerar la transición hacia energías renovables. Además, la interrupción en la exportación de cereales y fertilizantes desde Ucrania y Rusia ha provocado una crisis alimentaria en diversas regiones del mundo, especialmente en países en desarrollo.
En el plano social, la guerra ha desplazado a millones de ucranianos, creando una de las mayores crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Naciones como Polonia, Alemania y España han recibido un gran número de desplazados, lo que ha puesto a prueba sus sistemas de acogida e integración. En Rusia, la represión contra la disidencia ha aumentado, con detenciones y censura a quienes se oponen a la guerra.
Además, la guerra ha cobrado la vida de miles de civiles, incluyendo niñas y niños, quienes han sido víctimas de bombardeos y ataques en zonas urbanas. La destrucción de hospitales, escuelas y viviendas ha dejado a una generación de menores sin acceso a educación y servicios básicos. El impacto psicológico en la infancia es devastador, con secuelas que perdurarán por años.
El conflicto ha causado daños colaterales significativos en la infraestructura de ambos países. En Ucrania, ciudades enteras han sido destruidas debido a los intensos bombardeos, afectando carreteras, puentes, sistemas de energía y abastecimiento de agua. La reconstrucción del país requerirá una inversión multimillonaria y años de trabajo. Rusia, por su parte, también ha sufrido daños en su infraestructura, especialmente en regiones cercanas a la frontera y en instalaciones militares estratégicas que han sido atacadas en represalia por Ucrania.
El futuro del conflicto sigue siendo incierto. A pesar de los intentos de mediación internacional y las conversaciones de paz ocasionales, ninguna de las partes muestra señales de ceder en sus objetivos estratégicos. Ucrania, con apoyo militar y financiero de Occidente, ha resistido a la invasión y ha logrado recuperar parte del territorio perdido. Rusia, por su parte, mantiene su ofensiva en un intento de consolidar su control sobre el este ucraniano.
En un escenario optimista, las negociaciones de paz podrían poner fin al conflicto, aunque esto requeriría concesiones significativas de ambas partes. En un escenario pesimista, la guerra podría prolongarse durante años, manteniendo la inestabilidad en la región y afectando el orden mundial. En cualquier caso, el desenlace de esta guerra definirá el equilibrio geopolítico de las próximas décadas.
Sin duda, la guerra entre Rusia y Ucrania ha generado un impacto sin precedentes en el mundo contemporáneo. Sus repercusiones políticas, económicas y sociales han transformado el escenario global y seguirán influyendo en el futuro de la geopolítica internacional. Mientras no haya una solución definitiva, el conflicto continuará siendo un factor de inestabilidad con consecuencias impredecibles para el mundo entero
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