*No es para tanto… o sí lo es: el poder de las palabras.

Por Claudia Patricia Rodríguez Dorantes

Muchas veces usamos o escuchamos palabras que, sin darnos cuenta, restan importancia a lo que sentimos o pensamos. Frases como “no es para tanto”, “te lo tomas demasiado en serio”, “lo estás complicando” o “bueno ya, perdóname” pueden parecer inofensivas, pero tienen un efecto profundo en la comunicación y en la percepción de nuestras emociones.

Más allá de ser simples expresiones, estas palabras moldean nuestras relaciones y refuerzan dinámicas de poder que pueden invalidar a la otra persona. Cuando alguien recibe estas respuestas, su emoción o preocupación es descartada, lo que puede llevar a la frustración o incluso al silencio.

Hace unos días leí sobre la invalidación emocional y me pareció un concepto interesante para reflexionar. Se refiere a aquellas situaciones en las que los sentimientos de una persona son minimizados, rechazados o ridiculizados, haciéndola dudar de la legitimidad de sus emociones. Aunque muchas veces sucede de forma inconsciente, este tipo de comunicación puede afectar profundamente la autoestima y la seguridad emocional de quien la recibe.

Estas frases pueden surgir por diversas razones. A veces, es un hábito cultural que hemos aprendido sin cuestionarlo. En otras ocasiones, se utilizan para evitar conversaciones incómodas y esquivar responsabilidades. También pueden ser estrategias de manipulación o control emocional, especialmente en relaciones de poder. En el ámbito laboral, político o incluso en el discurso mediático, estas expresiones pueden reforzar estructuras de poder.

Filósofos como Michel Foucault han analizado cómo el lenguaje no solo describe la realidad, sino que la construye. De esta manera, la forma en que nos comunicamos puede ser una herramienta de empoderamiento o de opresión.

Ayer escuché a alguien decir “te complicas mucho cosas muy sencillas, pero te ayudo en dos puntos fáciles de entender” , en medio de una conversación importante. Pensé que, aunque sonaba como una frase envuelta en amabilidad, al mismo tiempo tenía un matiz de descalificación hacia quien la escuchaba. Me pregunté si quien la emitía realmente dimensionaba el poder de sus palabras y si quien la recibía le creería que la cuestión era, en efecto, sencilla, pero al mismo tiempo ella no tenía la capacidad de entender .

Me hizo reflexionar sobre las veces en las que yo misma he utilizado expresiones similares sin darme cuenta, tal vez por impaciencia o por no saber manejar ciertas conversaciones. Y, al mismo tiempo, sobre las ocasiones en que he sido la receptora de estas palabras y he sentido cómo, de una manera sutil, desdibujan la validez de lo que decía o sentía. La diferencia es que ahora soy más consciente de ello, y desde esa conciencia, intento evitar caer en este tipo de respuestas y, por otro lado, aprender a poner límites cuando las recibo. 

¿Ustedes qué piensan? ¿Les ha pasado? Escríbanme y cuéntenme su experiencia. Correo: claurodriguezdor@gmail.com NI

Por Nueva Imagen de Hidalgo

Medio de comunicación impreso que nació en 1988 y con el correr de los años se convirtió en un referente en la región de Tula del estado de Hidalgo. Se publica en formato PDF los miércoles y a diario la página web se alimenta con información de política, policíaca, deportes, sociales y toda aquella información de interés para la población.

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