*El testimonio de una migrante tulense que con su familia vive cerca de Los Ángeles, California: Karla Camacho Montiel
Por MARLENE GODÍNEZ PINEDA
Con la llegada de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos surgió la inquietud por el destino de los connacionales que trabajan allá, han formado una familia y, por las amenazas del nuevo mandatario, podrían correr el riesgo de ser deportados.
Hay incertidumbre, sí, pero lo positivo entre la avalancha de declaraciones y amenazas realizadas por Trump es que ya lo conocen. Ya gobernó el país más poderoso del mundo en otro período y, al igual que ahora, también pronunció discursos con señalamientos contra los migrantes, sin que los resultados fueran tan desastrosos como los ocurridos durante el gobierno de Barack Obama.
Así lo relata Karla Rubí Camacho Montiel, originaria de Tula de Allende, quien hace 23 años se fue a Estados Unidos en busca del sueño americano. Reconoce que no era lo que le pintaron entonces, pues su camino hacia ese país no fue nada fácil, y menos adaptarse, encontrar trabajo y establecerse en tierra ajena.
La madre de Karla partió primero. Tres meses después, ella y su hermano también lo hicieron, aunque en condiciones muy distintas, cruzando por el desierto de Mexicali. Desde entonces no han regresado a México y, por supuesto, extrañan a la familia, la comida, las costumbres y, sobre todo, no estar presente cuando fallece algún pariente. La necesidad los empujó hacia el norte: el negocio de la madre no daba lo suficiente y decidió emigrar.
Para Karla, es el único motivo aceptable para ir a Estados Unidos: buscar una mejor calidad de vida. Considera que, si en México tienes trabajo, es mejor quedarse que ir tras un sueño que puede convertirse en una pesadilla. La tulense, quien vivió en la colonia La Malinche en Tula, trabaja limpiando casas y acomoda su horario para hacerse cargo de su hogar y sus hijos. De cierta manera, ha alcanzado estabilidad.
Sus documentos para lograr la legalidad de su estancia ya están en trámite. Después de más de 20 años en el país del norte, aspiran a dejar atrás el miedo de la deportación. No es sencillo. Deben cumplir varios requisitos, como comprobar el pago de impuestos y tener hijos nacidos en suelo americano mayores de 20 años. Como su hija ya tiene 21, pudo comenzar el proceso.
Ese es su caso. Karla se casó en Estados Unidos con un mexicano y vive en el condado de Orange, a una hora de distancia de Los Ángeles, California. Tiene dos hijos, de 21 y 14 años, y espera pronto el nacimiento de su nieto, a quien le pondrán un nombre latino. No se siente ansiosa por regresar, al menos no para quedarse en México. Sin embargo, añora su país, su estado y su municipio de nacimiento, donde vive otro de sus hijos, de 25 años, así como sus tíos, primos y amistades que extraña.
A pesar de todo, junto con su familia logró adaptarse en el país que, desde el lunes 20 de enero, es gobernado nuevamente por Donald Trump, quien ha soportado su discurso contra México y, por ende, contra los mexicanos, en comparación con su primer período como presidente.
Para Karla es difícil contestar si se arrepiente de haber emigrado. Responde que solo lo lamenta por el lado de la familia: los momentos vividos con sus seres queridos y las reuniones de domingo, algo que allá no puede tener. En Estados Unidos, hasta los domingos se trabaja.
No emigrar si no hay necesidad
Karla no recomienda emigrar si no hay una necesidad apremiante. Durante su caminata por el desierto vio ropa tirada, seguramente con una historia detrás. Ellos lo lograron, pero no fue por arte de magia. Su madre ya estaba trabajando y bien acomodada, lo que facilitó las cosas, pues hace 23 años no era tan complicado encontrar empleo.
Hoy, la situación de los migrantes es diferente, ya que se exigen más permisos y requisitos. Tras los incendios en Los Ángeles, surgieron rumores de nuevas redadas, lo que generó un caos como no se había visto en años. En California, particularmente en Los Ángeles, hay un lugar conocido como los Callejones, donde se venden productos al mayoreo; Ahora están vacíos por la llegada de Trump.
En los lugares frecuentados por latinos, la influencia ha disminuido por la incertidumbre y el temor a la deportación. Sin embargo, Karla mantiene la esperanza porque considera que la mano de obra latina es muy importante para los Estados Unidos, especialmente en áreas como la construcción, limpieza de casas, restaurantes y jardinería, entre otras. El trabajo en el campo, por su parte, se realiza en otras regiones del país.
Su madre trabajó durante 15 años en un restaurante vegetariano y su esposo lo ha hecho en jardinería desde hace 15 años, precisamente en la zona donde se originaron los incendios. Incluso, él estaba trabajando en una casa que fue evacuada. El humo afectó la zona donde vive y, siguiendo las indicaciones, permanecieron en casa en la medida de lo posible. Parecía, según Karla, una zona de guerra.
Karla, quien recuerda su niñez en la primaria Enrique Rébsamen, la secundaria Tollan y la preparatoria Sara Robert, hoy con 42 años, reconoce que como migrante se sufre al estar lejos de su país natal. Vivir fuera no siempre implica tener condiciones óptimas. Hace más de 20 años, además, no había tanta comunicación con los suyos como ahora. *NI*