*Tailandia: palacios, elefantes y mucho más.
Cuarta parte
¡Con los elefantes!
Sin duda cuando con la familia comenzamos a hablar de conocer Tailandia la idea surgió a partir de saber que por estas tierras existe un lugar en donde se convive con los elefantes y hoy que es viernes 13 de diciembre, el día llegó.
Para arrancar la jornada que para algunos es en una fecha y día de mala suerte -creencia que nosotros no compartimos-, estuvimos puntuales para el desayuno en el restaurante del hotel. Nos toca con una verdadera “multitud” de chinos, que por la cantidad no hizo pensar que es cierto lo que ayer alguien comentó:
“En China son tantos, mil 400 millones de habitantes según las estadísticas, que se tienen que salir del país algunos miles y lo hacen en calidad de turistas que se dispersan por el mundo, pues ya no caben en su territorio”.
A las 7.10 de una mañana un poco nublada y con temperatura de 17 grados, nos fuimos en el bus para cumplir nuestra primera visita. Se trata justamente de conocer y emocionarnos en el Maetaeng Elephant Park localizado a una hora y diez minutos de nuestro punto de salida del hotel en Chiang Mai.
En el trayecto nos convencemos de que la calidad de carreteras con las que cuenta este país – cuando menos en sus tal vez mil kilómetros que hemos recorrido hasta ahora- son mucho mejores que las de nuestro México. No obstante que si nuestro país es la economía 15 del mundo, Tailandia que anda por la 25, cuando menos en materia de carreteras parece justo al contrario.
Sin poder asegurarlo al cien por ciento, nos dicen que hay dos factores que influyen para este estado de cosas. Primero, aquí hay mucho árbol para extraer el caucho y trabajar con este material que ofrece magníficos resultados. Y segundo, el gobierno renueva por completo sus carreteras a los diez años de uso.
Pero ya estamos muy cerca del santuario de los elefantes. El bus nos deja a unos dos kilómetros antes de encontrarnos en el río Mae Tang, y para no caminar, el resto del viaje se hace en unas camionetas. El viaje apenas dura cinco minutos y ¡a darle!
Se trata de un rancho como los conocemos en México, sólo que en lugar de caballos, burros o perros , vemos a puros elefantes. La guía se adelanta para preparar el acceso. A la entrada se nos dota de “nuestro uniforme”. Son dos piezas, una especie de bermuda y una camisa en color azul y sandalias.
Vamos a los vestidores para cambiarnos y dejar nuestras prendas en el locker asignado. Nos ponemos el uniforme y viene la clase teórica con un personaje alto y gordo que en un español poco claro -porque nos comenta que apenas hace algunas semanas comenzó a aprender español- nos habla 10 minutos de los paquidermos y las indicaciones necesarias para lo que viene.
Le entendemos sin problema cuando nos platica de los años que vive un elefante, de los cuidados que estos animales aquí reciben. Nos orienta cómo darles de comer, cómo bañarlos con pedazos pequeños de un árbol llamado lianas. Lo molemos con un mazo en un tronco a manera de mesa y el jugo que arroja lo vertemos en el agua en una cubeta y se convierte en el detergente para la labor que sigue.
Primero la comida. Ya tenemos una cubeta de plástico con plátanos, mangos y cañas que le daremos a los elefantes. A 40 metros de distancia se ven seis elefantes y con cierto temor, algunos con más y otros con menos, pero allá vamos.
Comenzamos entonces con el ejercicio de alimentar a los animales, el personaje que nos orienta insiste que no hay riesgo alguno y empezamos a darle su alimento por el moco. Nos dice que a la frase ¡bon bon! A manera de grito el animal levanta el moco y entonces es momento de darle la comida por el hocico. Ya en confianza algunos hasta la mano meten, con la comida al hocico del animal, otros de lejitos le aventamos el alimento, pero cumplimos con la tarea.
Ya entrados en confianza el asesor nos sugiere acercarnos a la bestia para que nos abrace con su largo moco y hasta beso recibimos los que vencimos el temor.
El ejercicio que sigue es bañarlos; para ello bajamos y atravesamos en un sencillo puente las aguas del río Mae Tang y procedemos. Por supuesto debemos meternos al río, el agua nos llega debajo de la cintura y está fría, pero no tanto que impida disfrutar la tarea.
Cada elefante tiene un cuidador, el grupo se dispersa entre los seis elefantes para la hora del baño y a darle, a cubetazos y tallarle con el bagazo del árbol de liana. En la tarea duramos unos 30 minutos, llenos de emoción, claro que con temor pero a final de cuentas con inolvidable experiencia.
Regresamos al lugar para darnos un regaderazo, nos proporcionan toalla y al final devolvemos uniforme, sandalias y toalla. Ascendemos unos cuantos metros y hay varios puestos con productos para su venta. Mercancía que es ofrecida por las llamadas mujeres jirafa.
Son damas de todas las edades que portan alrededor del cuello una especie de collar a lo ancho de su cuello, lo que representa sin duda molestia y además van con el rostro maquillado. Bell nos cuenta desde cuándo viene esta tradición; las fotos con las damas que sin problema lo aceptan, y más si les compramos alguno de sus productos.
Es hora del regreso bajo la misma mecánica. En la batea de una camioneta -que en otros lugares les dirían guaguas- con capacidad para 8-10 pasajeros y en cinco minutos ya llegamos y estamos listos para abordar el bus de siempre.
Seguimos en Chiang Mai y en 40 minutos estamos en una bella granja de orquídeas, recorremos el lugar y allá en fondo todo listo para comer. Es tipo buffet con la comida ya tradicional incluida en el paquete, sabrosa y el que quiere refresco o cerveza el pago es aparte.
Entre las orquídeas y el restaurante está el mariposario y claro que no desaprovechamos la ocasión para entrar y disfrutar unos momentos con estos bellos ejemplares de la naturaleza.
Es hora de irnos para cumplir con el último lugar de visita. Se trata de un centro joyero de nombre Gems Gallery Chiang Mai. Primero vemos un video que nos habla de manera breve cómo se obtiene la materia prima, después explicación en español en la voz de una dama y la invitación para conocer su enorme sala de exhibición y aquí cada uno, de acuerdo con su bolsillo y sus gustos, adquiere lo que quiera o simplemente, como nosotros, caminamos para conocer.
Al salir de aquí es hora de irnos a la estación del tren porque vamos de regreso a Bangkok. La salida está anunciada a las 5 de la tarde y Bell nos advierte de su puntualidad.
Se trata de una estación vieja y el tren no lo es menos. De los cinco nosotros a tres nos toca en el vagón 10 y a dos en el 11. Son asientos individuales uno frente a otro, amplios y encima de ellos lo necesario para acondicionar otra cama a manera de litera. A la hora deseada le pedimos al personal que haga lo propio con nuestros asientos y ya están listas dos camas.
La salida es ciertamente en punto de las 5 de la tarde, el viaje es toda la noche pues la llegada nos advierten será a las seis de la mañana y ya les platicaremos…continuará. *NI*