*UNA HISTORIA REVOLUCIONARIA.
Por José Antonio Trejo Rodríguez.
Las narraciones orales dicen con mucha razón en la Fundación Arhoolie, son poderosas y cada vez más aceptadas en los acervos de las bibliotecas; por ello impulsan el ejercicio e invitan a las comunidades y a las propias familias a ejercerlo. Me consta que los resultados son formidables, dan a conocer hechos que no se encuentran registrados en soportes tradicionales como lo son los libros de historia.
El siguiente hecho me fue narrado en una sobremesa,hace ya unas cuatro décadas y hace referencia al paso de las fuerzas revolucionarias por nuestra región. En esa época, el narrador era un adulto mayor y refería que él, siendo niño muy pequeño, en compañía de su familia, había vivido, visto y sufrido el paso de los ejércitos revolucionarios.
Todo comenzó cuando la población de su natal Tlahuelilpan se alarmó por el paso del ejército constitucionalista que se movilizaba hacia la capital federal. Sus padres, asustados, ocultaron a sus adolescentes hijas entre las pilas de zacate seco, para evitar que las raptara la soldadesca. Refería que las fuerzas revolucionarias no se detuvieron, pasaron muy rápido, lo cual no fue obstáculo para llevarse una marranita que nuestro narrador tenía. Decían que los villistas venían persiguiéndoles a cañonazos.
A la tormenta siguió la calma. Llegó la División del Norte. Mencionaba que las fuerzas villistas llegaron e impusieron su ley. Los historiadores y biógrafos de Villa han publicado la disciplina que el centauro del norte imponía entre “sus muchachitos”. El narrador decía que los soldados montaban briosos corceles colorados que, fueron soltados para alimentarse en las milpas de las haciendas, sembradas con sandía.
Con gusto, el narrador recordaba que, los villistas abrieron las trojes y enseguida repartieron maíz y frijol entre el pueblo, todo con mucho orden. Los hacendados les obsequiaban reses para que se alimentaran y a él le tocó atestiguar a un grupo de militares destazando un animal; ellos lo vieron y enseguida le pidieron acercarse para decirle que se llevara un trozo de carne a su casa. Divertidos, los soldados le echaron encima el hígado de la vaca; él siendo un pequeño niño caminaba hacia su casa con muchos trabajos con su valiosa y suculenta carga.
Un oficial se percató de los trabajos que pasaba y llamó la atención a los soldados quienes, siguieron en su labor y mandó a uno a auxiliar al chiquillo que, en compañía de su familia disfrutó esa tarde de un sabroso bistec de hígado asado con cebolla.
¡Que llega Villa con Zapata! Decían festivamente en el pueblo y nuestro pequeño narrador, lleno de curiosidad, se fue a ver si era cierto y resultó que sí. Refería que los jefes revolucionarios llegaron en ferrocarril, seguramente en el llamado “ferrocarril del desagüe” que inició labores en 1899 y corrió desde la estación de San Lázaro en la Ciudad de México hasta Mixquiahuala, pasando por Tlahuelilpan. Contaba que el hacendado recibió con muchos honores a los generales, a Villa le regaló una yegua muy bonita, mientras que Zapata mostraba sus dotes de domador de caballos.
Describía al ”caudillo del sur” como un hombre de estatura mediana, delgado, moreno y muy serio. Mientras que el “centauro del norte” era alto, colorado y efusivo. Refería que cuando Villa salía a la calle era rodeado por los chiquillos y él, sonriente, les regalaba monedas, aconsejándoles que llevaran el dinero a sus casas. Decía que Villa andaba acompañado por un general alto y delgado con bigote, muy serio, que era el jefe de los artilleros. Quizá se trataría del general Felipe Ángeles, pero es imposible saberlo.
Llegó el momento en que ambos generales partieron. Dijo que primero se fueron los trenes con la artillería, enseguida la caballería y el tren de los jefes revolucionarios. Decían que iban para la Ciudad de México, persiguiendo al ejército de Carranza. El nombre del narrador de esta historia oral que, jamás encontraremos en un libro de texto, era don José Tapia, originario de Tlahuelilpan y es gracias a su memoria prodigiosa que podemos conocer este importante hecho histórico. Esa es la riqueza de la narración oral ¡Feliz 20 de noviembre! *NI*